Ara Malikian volvió a servir ayer un espectáculo irrepetible sin más ayuda que su pasión y su virtuosismo, los músicos que lo acompañan y el violín de su familia, un instrumento humilde y tomado al descuido por su abuelo para simular ser músico de una banda popular, huir a Líbano y librarse así del genocidio que sufrieron los armenios a partir de 1915.
Este es el relato que inspira La increíble historia de Violín, la obra que el intérprete presentó ayer en el Palacio de la Ópera, sin entradas desde hace días, y en la que traza su propia biografía, pues la experiencia del patriarca hizo que el padre de Ara lo obligara a estudiar violín y en una suerte de justicia poética el instrumento lo salvara de otra guerra, la del Líbano, de la que escapó rumbo a Europa. El artista salió al escenario con algo de retraso ya que el público esperó a última hora para sentarse en las butacas. Y no defraudó: con chaqueta negra y llamativos pantalones plateados, su indumentaria fue casi lo de menos porque los siete músicos que le acompañaban enseguida se rindieron a un solo del violín de Malikian.