
Asegura que «este es mi último invierno de surfista profesional». Lo dice horas después de haber ganado sus dos últimos trofeos. Es una leyenda entre las olas. «Estar en el mar te conecta con la naturaleza. Veo el océano de una manera diferente. El surfero ve cosas que una persona normal no ve. No insisto a mis alumnos para que se pongan de pie en la tabla, les hablo de intentar conectarse con el mar. Es una forma de meditar», reflexiona Eric Rebiere, que la próxima primavera cumple los 40 años. Nació en Brasil. Vivió en Francia, Hawái, Lanzarote, donde tiene casa, y Portugal antes de instalarse en Galicia para estar cerca de sus dos hijos, una niña de 7 y un niño de 4 años. «No soy de ningún lado», afirma. Habla de manera curiosa. Como si mezclase idiomas. «La única que me entiende perfectamente es mi hija. Cuando tengo que dar un discurso me sale mejor. Nací para hablar en público», apunta sonriente. Por su aspecto, por su pelo curtido por el salitre, no puede ocultar a qué se dedica. «Ligué mucho, ahora valoro otras cosas. Soy súper amigo de mi ex mujer», dice. Charlamos en la coqueta cafetería-restaurante Al Corte sobre la playa de Bastiagueiro. De vez en cuando miramos la imponente vista. «La belleza de las rías gallegas en pocos sitios existe», sentencia. Me habla de sus proyectos surferos y hosteleros, y de las olas gigantes que explora.
3.000 euros al día
De padre francés y madre brasileña, se subió a una tabla siendo un chaval... Y hasta hoy. Más de dos décadas de profesional. Ganó en Pantín en el 2003. Se clasificó para la élite mundial y, ahora, viaja todas las semanas a Nazaré, Portugal, en busca de su especialidad, las olas gigantes. «Voy desde el 2009. Estoy llevando a gente en moto de agua hasta la ola. A particulares les cobro mil euros al día y tres mil si es una empresa. Muy cerca de A Coruña hay olas de más de 20 metros pero hace falta contar con gente que sepa utilizar la moto, que tiene que ser de unos 300 caballos. Estoy formando a gente en salvamento extremo», relata este experto que conoce perfectamente la ola conocida como La Tóxica. «Es una ola de consecuencia, que es más peligrosa que una gigante. Me dedico a explorar esta costa porque es un diamante en bruto en el surf. El 90 % de las olas gigantes de Galicia están por descubrir», relata. Me cuenta lo que pasó el invierno pasado cerca de Adormideras. «Había alerta naranja y estaba en el mar porque sabía que iba a ser un buen momento. Vi llegar a la policía, las luces de emergencia y cómo me indicaban que saliese del agua. Tardé tres minutos en llegar adonde estaban y les dije «estoy trabajando, ¿creen que sería capaz de venir tan rápido sino fuese profesional?», les dije. Me dieron la razón, pero no me dejaron volver y me perdí una de las mejores olas», recuerda este francobrasileño valiente. «Siempre tengo miedo, que es algo que te hace tomar decisiones rápidas. El pánico no», sentencia.
«After surf»
En sociedad con Lucas, el del local Al Corte, esta misma semana inauguró la cervecería Bastiagueiro, que dispone de servicio de duchas para los que vienen del mar. Es el inicio de un proyecto hostelero y surfero muy ambicioso. «Sigo compitiendo para ser un referente para la gente joven. Alguno ya me ganó alguna manga. Me están dando caña, como tiene que ser. La idea es crear una escuela, After surf, que disponga de una parte deportiva y otra social a través del Club de Surf Galaico.
El objetivo es ayudar a talentos, trabajar con personas con discapacidad...», anuncia. Prevé abrir en primavera en el edificio donde estaba el bar As Cobas, también sobre la playa de Bastiagueiro. «Empresas como Inditex ya están fijándose en este deporte. El surf va a cambiar A Coruña», sentencia este ciudadano del mundo.
«Cerca de A Coruña hay olas de más de 20 metros de altura»