La estrechez económica y los efectos de Bolonia asfixian los bares universitarios
28 ene 2018 . Actualizado a las 00:38 h.En una cafetería de la UDC todo es esfuerzo: de la Universidad, que paga «la luz, la calefacción y el agua con las matrículas congeladas y el presupuesto más bajo» [15 millones de euros] que hace ocho años, dice el vicerrector Domingo Calvo; de la persona que obtuvo la concesión y explota el negocio con una rentabilidad al límite, un canon que sube cada año y unos precios impuestos por la universidad y estancados desde hace un lustro, según responsables de bares que piden permanecer en el anonimato; y el esfuerzo de los propios alumnos, que viven con poco y casi nunca se sienten bien tratados, como Miriam Vázquez, que opina que un café a 1 euro «no es precio de estudiante, y es lo que pagamos». De acuerdo con la relación de precios aprobada por la universidad, una Coca-Cola cuesta 1,25 euros, lo mismo que una tapa de tortilla, y un bocadillo de jamón, 1,95 euros.
El profesor Plácido Lizancos expresó el miércoles, en vísperas del cierre de la cafetería de Filoloxía, una sensación generalizada: «Temos que sobrevivir e temos que comprometernos coa Universidade, os de dentro e os de fóra». Ayer, una mujer al frente de uno de los bares del campus reaccionó a la noticia con un lamento general. «Cierra la cafetería de Filoloxía y a este paso cerraremos unas cuantas. Aquí trabajamos seis meses, alumnos cada vez hay menos, los precios no suben, sube el canon...».
Hay más lastres. En la conserjería de Dereito, Nacho Becerra apunta un cambio sustancial en la vida de las facultades a resultas del plan Bolonia: la obligación de asistir a clase para aprobar la asignatura. «Es cierto que se matriculan menos alumnos, que los grados son cuatro años y las licenciaturas eran cinco, y que tenemos una crisis. Pero además, ahora las facultades se han convertido en institutos. Vienen a clase y se van. Ya no pasan horas en la cafetería, como antes, que conseguían unos buenos apuntes y resuelto», explica el conserje.
A pocos metros de su despacho, en la cafetería más valorada -con las de Ciencias, Informática y Economía-, alumnos, trabajadores, profesores, PAS, opositores y hasta niños toman una de las tres opciones de un menú que ayer ofrecía dos pescados y una carne, entre otras posibilidades, por 6,70 euros. Silvia Camacho, opositora encerrada desde junio en la Xoana Capdevielle, está encantada con la variedad de platos y la atención en la mesa. Félix Cotelo, alumno del máster de Abogacía, agradece «que la comida llegue a la mesa recién hecha». Seo, el responsable, resopla de mesa en mesa.
La UDC mejorará las condiciones de licitación del bar de Filoloxía para evitar que quede desierta
El equipo de gobierno de la UDC estudiará la próxima semana cómo mejorar las condiciones de licitación de la cafetería de Filoloxía, cuya concesionaria cierra la puerta hoy tras ocho años de actividad, para evitar que se repita el resultado del concurso resuelto el lunes, que quedó desierto y va a dejar sin servicio durante meses a las más de 2.000 personas que utilizan el edificio.
Domingo Calvo, vicerrector de Economía, estimó ayer «entre ocho y diez semanas» el tiempo que habrá que esperar para tramitar el procedimiento administrativo desde la licitación, en la primera semana de febrero, hasta que se adjudique, nunca antes de mediados de abril, según este cálculo. Mientras la nueva concesionaria no firme el contrato, los 1.800 alumnos, 80 profesores y 21 trabajadores de Administración y Servicios de Filoloxía y el Centro de Linguas, podrán utilizar una sala contigua equipada provisionalmente con mesas, sillas y un microondas, y nuevas máquinas expendedoras. Hoy visitará la facultad personal de Delivra para decidir dónde situarán las nuevas máquinas, que podrían ofrecer alimentos perecederos, avanzó el vicerrector, comprometido a «disponer lo que esté en nuestras manos para garantizar el servicio en las mejores condiciones».
Rebaja del canon
Será una solución provisional. Para resolver el problema de fondo, el Vicerreitorado licitará el servicio con mejoras sustanciales como la rebaja o supresión del canon anual (2.500 euros) que debe pagar el adjudicatario y acciones «más cualitativas», vinculadas a otros usos del espacio, que incentivarán las ofertas. «Son acciones de discriminación positiva vinculadas a las excepcionales circunstancias del centro, aislado del campus, para facilitar la entrada», detalló Calvo.