Fernando, propietario del taller Raparart, es la tercera generación de su familia que se dedica a este trabajo
22 feb 2018 . Actualizado a las 12:00 h.Fernando es la tercera generación de una familia de zapateros. Empezó su abuelo Lorenzo en los años cuarenta. Siguió su padre, Valentín, y Fernando tomó el relevo en el 2007. Durante años estuvo metido debajo de una escalera en una esquina de la plaza de Lugo. En verano del año pasado estrenó nuevo local, con más luz, en la plaza peatonal. Desde fuera, Raparart no parece el taller de un zapatero al uso: una pared de pizarra, calcetines estampado... Fernando es un experto en moda: por sus manos pasan los últimos modelos de zapatos para una segunda vida. Reparó más de un par de Manolos Blahnik, los famosos zapatos por los que suspiraba Carrie en Sexo en Nueva York. «Me temblaban las manos», cuenta con una sonrisa. Sabe lo que se lleva y lo que no, y se adapta a las exigencias de sus clientes. Por ejemplo, a su taller llegan muchas Golden Goose, las zapatillas que arrasan y que superan los 300 euros. Confían en sus manos y en su buen gusto. Entre su clientela hay más mujeres que hombres, y siempre hay alguien que no vuelve a por sus zapatos. «Tengo en el desván un par de Prada que nadie vino a buscar».