Cuatro de cada diez agresiones en el ámbito sanitario, hoy tipificadas como delitos, son a enfermeras. El colectivo más castigado por la violencia pide sensibilidad y amparo
06 mar 2018 . Actualizado a las 07:41 h.Es más habitual de lo que se cree posible. Y mucho más de lo que se denuncia. La violencia verbal es «muy, muy común, pregunta a cualquiera de nosotras», dice Marina, enfermera del Chuac. Ella también ha sufrido la que deja además marcas en la piel, aunque prefiere no hablar de ello por tratarse de un ataque asociado al propio mal que sufría el paciente. «Al día siguiente él no recordaba nada; es algo que mañana puede pasarle a tu padre, a mi madre...», valora. Pero hay otros casos, muchos más de los que llegan a comisaría, en los que la agresión no viene derivada directamente de un estado patológico incontrolable. Como el que le ocurrió a Loli.
Dedicada a cuidar desde hace más de dos décadas, ella que siente que ser enfermera «no es solo un trabajo» y que como tantas de sus compañeras se refiere a los que ve sufrir a diario como «nuestros abuelos», vivió hace unos meses una situación no solo desagradable. El susto y el disgusto le llegó de madrugada y no por parte de un mayor en estado de agitación. Trabaja en una unidad de hospitalización del Chuac y el golpe no se lo propinó un paciente -«pobre, tenía un cáncer avanzado», lamenta-, sino un acompañante relativamente joven.
«Nunca está justificado»
Con el enfermo, de los llamados periféricos, ingresado en su unidad pero dependiente de otro servicio, «no había tenido ni un problema; es verdad -reflexiona- que de base estaba la no aceptación de la gravedad de la situación». Hasta el punto de que declinaba tratamientos para paliar dolores y vómitos. «Probablemente la familia también necesitaba un psicólogo para asimilar la complejidad», piensa ahora, aunque «por supuesto, una agresión nunca está justificada».
En uno de esos momentos críticos, a las tres de la mañana y después de haber intentado aliviar sus náuseas, «apareció el familiar en el control de enfermería, yo estaba atendiendo a otro paciente y así se lo dijo mi compañera, pero no la creyó y ya empezó a gritar; entonces, llegué yo, me soltó todas las lindezas que te puedas imaginar, pidió a gritos que viniese el médico, se metió dentro del mostrador del control y me empujó», relata. «Yo me quedé bloqueada, cuanto te atacan es como si tu mente se apagase; recuerdo que puse mi mano delante del pecho y le dije ‘no me toques’». Los compañeros, alertados por las voces, hicieron de barrera.
Loli, como establece el protocolo, cubrió el parte preceptivo «y avisé a mi supervisora de que yo no iba a llevar a ese paciente más». La agresividad verbal del familiar la sufrieron también otros compañeros. Ella fue dos veces al psicólogo. «Lo peor es que tienes que seguir pasando por allí, viendo a quien te ha atacado, a todos... tú eres la mala», piensa Loli, que asegura «lo entiendo todo, que el paciente lo pasa muy mal, la familia también, pero me siento enfadada con el sistema: no nos protege. Era un acompañante, no un enfermo al que había que atender, y no vino seguridad a decirle que se fuera, ni nada, allí siguió». «¿Cómo cuidas a un paciente si a su lado tienes a una persona que te está intimidando?», se pregunta.
Denunciar
El propio psicólogo le aconsejó que cambiase de unidad para no tropezarse con su agresor: «¿Te parece lógico? Al final y después de todo, la castigada soy yo, así me sentí», lamenta. Tras varias llamadas advirtiendo lo que estaba pasando, el paciente, y su familia, fueron trasladados al servicio que le correspondía.
Loli no denunció. «Tuve una mala experiencia hace unos años», cuenta. Una paciente ingresada robó en el armario donde el personal guardaba los bolsos, «denuncié, vino la policía, se descubrió quién había sido... tuve que seguir atendiéndola, y escuchándola, y sigo esperando el juicio... Total, se fue de alta, volvió a los quince días y volvió a robar... No, no compensa denunciar», opina.
«Estoy bien», asegura con la prevención de que puede volver a suceder. Ella, como sus compañeras, ha interiorizado que, cuando unas a otras se pasan el parte en el cambio de turno, «no solo informas de cómo está el enfermo», sino también de su actitud y de la de quienes lo rodean. Para curarse en salud.
Nueva campaña de la enfermería
Las estadísticas reflejan que en Galicia, comunidad de alta incidencia, en un año 244 profesionales de la salud fueron víctimas de violencia. De ellos, 83 eran enfermeros, 57 auxiliares de enfermería y 55 médicos. El 78 % eran mujeres. Por ello, el sindicato de enfermería Satse pone en marcha ahora una nueva campaña que se visibilizará en carteles y también a través de las redes sociales. «Queremos sensibilizar a la población, porque nunca está justificada la violencia. Nosotras estamos de su parte y todos sufrimos las deficiencias, los recortes y los problemas. Pero también queremos llamar la atención de la Administración, para que se incremente la prevención y el apoyo al personal», subraya Carmen García Rivas, secretaria general del sindicato de enfermería.