
La curruca capirotada se llama así por el peculiar diseño de su cabeza
23 jun 2018 . Actualizado a las 05:00 h.Yo preferiría llamarla curruca emboinada, por esa boina negra que tan bien le cae, y de la que este pájaro nunca se separa. Pero claro, es que esa palabra no existe en el diccionario. Al ir a comprobarlo, no fuera a ser, me he encontrado con otra, que no conocía: embonar. Significa «Mejorar o hacer bueno algo». Y resulta que las currucas capirotadas son especialistas en embonar los lugares donde viven. Como tantas otras aves, sí. Y como muchas personas, también; muchas más de las que a veces parece.
La forma que tienen estos pájaros grises de embonar su entorno es limitar el exceso de pulgones y otros pequeños insectos, y alegrar cada jornada con sus melodías.
El canto del macho de curruca capirotada es uno de los más variados y dulces de nuestras aves. Incluye gorjeos y silbidos que llegan a ser bastante diferentes de una región a otra. Las hembras son menos melodiosas, pero también comparten su voz con quien quiera dedicar un rato a escucharlas.
Alimentación muy variada
También es muy variada su alimentación. El macho que observo desde la bonita senda que recorre la ladera este del castro de Elviña permanece callado, muy concentrado en su desayuno. O el de sus pollitos. Estos crecen con rapidez gracias a un menú de lo más equilibrado, compuesto por mosquitos, pulgones, coleópteros, pequeños frutos silvestres, trocitos de fruta, orugas...
Mientras sus padres hacen la compra, los pequeños permanecen muy quietos en un nido tan sencillo y frágil que parece romperse con solo imaginarlo. Fabricado con unas pocas hierbecillas y musgo, suele estar sujeto a las ramas más tiernas y discretas de arbustos poco altos. Lo cierto es que los pequeños no permanecen mucho tiempo en él. A los diez días de romper el cascarón ya exploran con curiosidad los alrededores.
Dentro de seis meses
En estos días largos y calurosos del solsticio de verano el invierno parece muy lejano, pero está a solo seis meses. Cuando esta noche se enciendan las hogueras de San Juan, haremos bien en recordar que con ellas celebramos los ciclos de la naturaleza, determinados por el giro de nuestro planeta, este nido esférico en mitad del universo que compartimos con tantas otras criaturas. Las hierbecillas que nos sostienen a todos en él son a la vez muy estables y frágiles: debemos aprender a cuidarlas mejor.
Para entonces, cuando hayan pasado seis meses, tendremos muchas currucas capirotadas llegadas del norte de Europa. Embonarán nuestros parques con sus voces de fuera, su actividad para encontrar alimento en esos meses fríos y su condición de enlace con paisajes muy distantes. Ninguna de ellas, tampoco las nuestras, se separará de esa boina que, cuando se pasean por nuestros parques urbanos, les da un aspecto tan chic.
Machos y hembras
Precisamente la boina sirve para diferenciar los machos y las hembras de la curruca capirotada. La de los primeros es negra, mientras que la de las chicas es de color castaño.
Dónde observarlas
Aunque podemos encontrarlas en los parques con mayor cantidad de vegetación, son más abundantes en los campos de los alrededores de la ciudad. Cuando llegue la temporada de moras, será fácil descubrirlas en las silvas.