Manolete: «Mis nietos no se creen que jugué en Primera División»

La Voz

A CORUÑA

MARCOS MIGUEZ

Debutó con el Deportivo con 19 años recién cumplidos y disputó 260 encuentros con la elástica blanquiazul. Ahora está inmerso en el proyecto Reminiscencias con el que acude todas las mañanas a Padre Rubinos para hablar con los mayores

28 oct 2018 . Actualizado a las 09:26 h.

Habla a latidos. Es de esas personas que abrazan con la mirada. «Me operé 14 veces, pero soy feliz. Una vez de la médula, otra del corazón, también de la vejiga… Y nueve veces de la rodilla, siete de ellas con Arriaza», confiesa. «A pesar de todo lo que he tenido doy gracias a Dios y a las eminencias que me atienden. La verdad es que fui afortunado en el fútbol, en la banca, en los negocios y en la vida. Un privilegiado», asegura Manuel Ríos Quintanilla, Manolete. «Intento ser Manuel o Manolo, pero no soy capaz de desterrar el mote que me pusieron cuando era chaval», comenta este coruñés de la calle de la Torre. Busca en su smartphone fotos y recortes de periódicos antiguos. Una es de la selección española absoluta. «Hay dos gallegos más, Ufarte y Luis Suárez. Este fue el último partido con España de Luis. Fue en Salónica en 1970. Recuerdo que de prima nos dieron 100.000 pesetas (600 euros) y me compré un piso», relata mientras sigue buscando imágenes de su pasado. «Voy a las bibliotecas a buscar recortes con los que después hago libros de mi vida. Conseguí todos los objetivos. Fui internacional jugando con el equipo de mi ciudad. Disputé centenares de partidos, 260 con el Deportivo. Mis nietos no se creen que jugué en Primera División siete años», asegura sonriente sin dejar de pasar fotografías en el móvil. 

15 millones de pesetas

Tiene 73 años, una mujer que define como «un pedazo de pan», cinco hijos (Fernanda, Marimar, Víctor, Carolina y David, de 46, 45, 43, 42 y 40 años), y siete nietos. Percibo que se emociona cuando habla de los veranos en Mera todos juntos. «Mera es mi segunda casa y el mesón Maruxa, donde está la esencia», afirma. Siempre fue un apasionado del fútbol. Jugó en el Perseverancia y el Deportivo Ciudad hasta llegar al Fabril y debutar con el Deportivo con 19 años recién cumplidos. A los 23 ya era el capitán del equipo. «Recuerdo que Rodrigo García Vizoso dijo que sería un buen futbolista», comenta. Charlamos en el hotel Plaza. Me encanta escuchar sus innumerables anécdotas. «Suspendí mi boda tres veces por culpa del fútbol. Jugábamos en la Copa contra el Celta. Pensé que nos iban a eliminar. Pero en Vigo hice el mejor partido de mi vida y ganamos. Aplacé la boda. Nos tocó con el Madrid y lo eliminamos. Y vuelta a retrasar el enlace. Era el año 1967 y nos eliminó el Barcelona», relata Manolete. Para los que no lo vieron jugar, dice que «era un tipo Casemiro y metía cinco o seis goles por temporada», afirma. En 1971 el Valencia pagó por él 15 millones de pesetas (90.000 euros). «En lo deportivo me fue mal porque jugué mal y me lesioné de gravedad la rodilla en un entrenamiento. En los negocios me fue mejor porque compré un hotel con unos gallegos y fue una buena inversión», recuerda. 

En Padre Rubinos

Al margen del fútbol, trabajó en Fenosa, en el sector de la construcción, en el Banco de Granada y fue director de la oficina del BBVA de la plaza de Pontevedra. «Me fueron bien los negocios. Hasta vendía máquinas tragaperras», destaca el presidente de la Asociación de Veteranos del Deportivo. «Presidente y utillero. La equipación la tengo en casa y la llevo a lavar. También ayudamos a antiguos jugadores que lo están pasando mal. Entre esto y los nietos ahora trabajo más que antes», asegura sonriente. También está inmerso y entusiasmado con el proyecto Reminiscencias. «Todas las mañanas voy a la residencia Padre Rubinos. Allí hay mayores a los que no visita nadie. Les enseño fotos antiguas y hablamos de fútbol. Portarse bien en la vida y ser serio y honrado es lo importante. Tengo ganas de ayudar a los demás», comenta. Dice que Arsenio fue el entrenador que más rendimiento le sacó. Va otra anécdota. «Cuando tenía que jugar contra Amancio no dormía la noche anterior. Una vez lo agarré, le rompí la camiseta y marcó el gol igual».