Hace más de 20 años que, cada cierto tiempo, Misael Orúe toca para los visitantes de la Torre su gastado saxofón
03 nov 2019 . Actualizado a las 05:00 h.«El día que me quieras / no habrá más que armonía. / Será clara la aurora / y alegre el manantial. / Traerá quieta la brisa / rumor de melodía. / Y nos darán las fuentes / su canto de cristal. / El día que me quieras...».
El tango de Gardel suena a espaldas del Breogán esculpido por Xosé Cid. La brisa lleva la melodía al borde del mar. Los visitantes de la torre de Hércules suben y bajan. Una cría de apenas dos años deja unas monedas. El hasta entonces melancólico saxofonista cambia de inmediato el ritmo y empieza a tocar Los pajaritos, un tema ochentero ante el cual la cría le mira con asombro mientras sus familiares hacen el amago de ponerse a bailar.
A los pocos minutos baja de la Torre un grupo de adolescentes, entre ellos una chica con muletas. Esta vez las monedas son agradecidas al ritmo de «la cucaracha, la cucaracha. ¡Ya no puede caminar!...» provocando unas sonrisas.
Pero el sol de octubre apura sus últimos días y por momentos en el entorno del faro solo queda la solitaria música del saxo. Lo toca el cubano Misael Orúe Columbie, buen músico y excelente conversador. Comienza por relatar el origen de sus apellidos; el primero es de su abuelo paterno que emigró a Cuba desde la Rioja alavesa: «Me enteré aquí de que era un apellido vasco», comenta, tras explicar que en España apenas ha encontrado personas que lo lleven. El segundo es de procedencia francesa y apunta que después de la independencia de Haití fueron muchos los franceses que se instalaron en la parte oriental de la isla de Cuba, de donde él procede.
La primera vez que Orúe vino a Galicia fue hace más de veinte años, en 1998: «Un amigo estaba aquí en una orquesta y me invitó a que viniera a tocar. Entonces era muy fácil todo. Fue un año muy bueno, muy bueno...». Va evocando como «la acogida fue muy buena» y habla de las relaciones entre ambos países, de la emigración en una y otra dirección, de las escuelas construídas por los indianos en la comarca de Ortegal o el norte de Lugo y de como «aquí la música cubana es muy conocida: Antonio Machín, Pérez Prado... Conocen los boleros. Hay una empatía, afinidad, como más cariño con Cuba».
En aquellos primeros años de estancia, Orúe solía ir a tocar al entorno de la Torre. Luego lo ha hecho siempre que ha venido a la ciudad, porque ha pasado algún período de varios años sin venir. Ahora tiene previsto volver a Cuba porque en el invierno hay menos turistas en la Torre. Claro que hace poco «toqué debajo del paraguas porque ese día había un barco con turistas y aunque llovía sabía que iban a venir». También toca en bares, fiestas.
Al comentarle que Manuel Rivas incluyó en Que me queres amor? un cuento titulado Un saxo en la niebla bromea: «Igual era yo». No lo era pero su historia y el relato de Rivas acabaron confluyendo en un pasodoble. Ocurrió cuando ese cuento, junto con otros dos del mismo libro, se convirtió en la película de José Luis Cuerda La lengua de las mariposas. En ella, el hermano de Pardal, el niño protagonista, es saxofonista de la Orquesta Azul y toca el pasodoble En er mundo, el mismo que con frecuencia toca Orúe.
«Me gusta blusear los boleros»
El repertorio de este músico es amplio, «tengo facilidad para ofrecer cosas muy diferentes y soy muy de improvisar». Así va mencionando desde los pasodobles a temas de Sinatra o The Beatles pasando por el jazz o los boleros, si bien sobre estos últimos matiza: «Me gusta blusear los boleros».
Misael empezó a tocar a los nueve años, «estuve estudiando en la escuela mucho tiempo, pero tenía mis ideas, mis inquietudes que me llevaron a tener contradicciones con los profesores y una vez graduado mi mente visualizó lo que yo quería. Por eso no uso partituras, todo está en el disco duro», y se toca su cabeza, sonriendo.
El músico muestra su gastado saxo Yamaha de 1963, cuyo latón ha perdido la pátina pero no intentará repararlo porque ya lo hizo con otro más antiguo y el resultado fue que «ya no suena igual». Considera que «la variedad del saxofón es mucho más amplia que la trompeta o el trombón», y sostiene que este es un instrumento alegre «para merengue, cumbia... Pero también muy romántico, puede hacer todo lo que el tocante sepa transmitirle».