Regresan de vacaciones los que ahora residen en la capital y habrá más jolgorio del habitual en las calles del centro
20 dic 2019 . Actualizado a las 05:00 h.Seguramente mañana ya lo noten. A la hora del aperitivo los locales estarán petados. Habrá más jolgorio del habitual. Se escuchará algún acento raro. Aparecerán niños repeinados y niñas con lacitos en sus vestidos. Y se generará esa sensación de fin de semana especial. ¿Por qué? ¡Están aquí los madrileños! Sí, todos esos coruñeses que, por circunstancias de la vida, se han ido a vivir a la capital y regresan por las fiestas a ver a la familia. Ya tuvimos un aperitivo en el puente de la Constitución, cuando acudieron algunos. Pero en Navidad no faltan: vienen en masa y desbordan la ciudad.
Dense una vuelta, yo qué sé, por los locales de la plaza de Vigo. O por María Pita. O la Estrella, si quieren. Estarán llenos de gente con los vasos de cerveza vacíos agolpándose en los bancos. Son los reencuentros con los amigos, esos que se ven en Semana Santa, verano y Navidad. Por unos días, te hacen sentir que no ha pasado nada, que todo sigue igual que en los idealizados días de vino y rosas. Uno se fue a hacer un máster a Icade, se quedó hacer prácticas en un despacho y ya no volvió más. Otro sintió la atracción de la gran ciudad para desarrollar su carrera artística. Ahora está con cuarenta y tantos años compartiendo piso como si fuera un estudiante, pero contento. Otra, con la que otrora quemabas las noches de los jueves, giró su vida haciéndose diseñadora y triunfando. También está, como no, aquella a la que la morriña le tira y le vuelve a tirar y se pasa todos estos días diciendo lo mucho que echa de menos A Coruña.
Son días de comidas de antiguos alumnos y viejos amigos. De oír cosas como: «Por una ración como esta en Madrid te clavan mínimo 25 pavos y aquí cuesta 10. ¡No sabéis lo que tenéis!». De partirse de risa cuando escuchas al novio madrileño de tu amiga decir «racso» cuando se refiere al raxo. De que te hablen de Callao y Alonso Martínez como quien se refiere a la avenida de Arteixo o la Marina. De acabar saliendo de copas y terminar tropezando con aquel elemento que hace 20 años lo daba todo y que ahora habla con leísmos, coquetea con el «ejque» y te llama tronco. De ver cómo se le va cayendo el pelo a los que no ves desde hace un año, pensando que a ti te ocurre lo mismo
«¿Ya tenéis Uber aquí? Nosotros lo usamos para todo», te comentan. «Buff, me he dado una vuelta por el centro y alucino como ha cambiado todo. ¡Qué cantidad de locales nuevos!», añaden. «¿Y lo del Dépor qué? ¿Cómo lo lleváis?», preguntan. Y recordando viejos tiempos, sonriendo y -venidos ya arriba-, abrazándonos en exaltaciones a la amistad, coges el momento como un chorro de bienestar. Lo contienes con las manos. Pero sabes que se va a escurrir entre los dedos en cuanto todos vuelvan a Madrid y sientas su ausencia.