Jesús Mantiñán gestionó durante 40 años el local de Oleiros que encendió la mecha de la música latina en el área
16 feb 2020 . Actualizado a las 05:00 h.Detrás de esta mala noticia, se esconde alguna positiva. Al grano: cierra la sala Mackinlay's, el local que lleva más de medio siglo reuniendo a los amantes de la música en este rincón de Perillo. Su clausura es un golpe a la nostalgia, a una época dorada que trajo, de la mano de su último propietario, Jesús Mantiñán, los aires latinos a esta esquina del occidente peninsular. Así que podemos considerarlo también una discoteca de música fusión (¿puede haber fusión más contundente que los ritmos caribeños en un recinto con apellido escocés?).
Suso acaba de cumplir 74 años el día de San Valentín, en compañía de su amor, Elena, también parte fundamental en la gestión del Mackinlay’s. Ella toma la palabra: «Fixen de todo, fun camareira, atendía ao público, e incluso cando faltaba o dj era eu a que pinchaba os discos».
Podría decirse, sin exagerar, que la historia de esta discoteca corrió paralela a la Transición española. Suso acababa de regresar de Londres, donde dirigió un local de hostelería en la céntrica Charlotte Street. Con sus ahorros, agarró el Mackinlay’s en unas condiciones que prefiere no recordar. Igual que el país al que regresaba. «Os primeiros dez anos foron duros, o local estaba totalmente ruinoso», espeta. Pero Suso lo levantó y lo convirtió en la referencia musical a este lado de A Pasaxe. A partir de los años noventa, el duro negocio se convirtió en un llevadero trabajo donde la clientela se transformaba en un grupo de amigos. Alguno de ellos sigue llorando en silencio la noticia del cierre. «Tiñamos clientes que levaban vindo 30 anos, ¡30!», recalca Mantiñán, a quien le llueven las preguntas en los últimos días.
-Suso, ¿cándo volves abrir?
-Hai que descansar.
Esa es la parte positiva de esta mala noticia. A Mantiñán le toca descansar. Más aún después de haber superado dos infartos y acumular la edad que ya se ha dicho. Son 40 años, 20 de cada siglo, al frente de un negocio de horario nocturno y ahora toca sonreír repasando los muchos y buenos momentos. Vuelve a hablar Elena: «Aquí contratamos dúos, tríos, cuartetos, todos especialistas en música latina que moitos escoitaron por primeira vez». Y desde el Mackinlay’s se extendió la cumbia, la bachata, el vallenato… al resto de la comarca. Pero se acabó. Al menos Suso ha dicho basta. En parte por respeto a los clientes. Porque él siente que tiene que estar al cien por cien. «Este traballo hai que facelo con moito amor», sentencia.
Y hablando de amor, ¿cuántas historias han nacido entre las paredes del Mackinlay’s? «Moitas, case tantas como rupturas», espeta el propietario, quien también evitó más de un divorcio. Atentos a la anécdota final: «Ás veces un cliente estaba dentro cunha noiva, se lle pasaba a hora, e aparecía a súa dona preguntando por el. Entón, o porteiro comunicábamo polo pinganillo, eu ía buscar ao cliente dicíndolle que tiña unha chamada de teléfono. Logo, xa a soas con el, contáballe que a súa muller estaba fóra, e desaparecía pola porta de atrás».
Mil gracias
El broche de este adiós lo pone Elena con un mensaje de gracias a los clientes, a la Policía Local, a la Guardia Civil, a los vecinos, e incluso al alcalde. «Todos se portaron de marabilla con nós, foron estupendos e axudaron a crear esta gran familia do Mackinlay’s», indica.