Pardillos enamorados

antonio sandoval rey

A CORUÑA

Sandoval

Algunos de estos pájaros ya andan emparejados por los tojales y prados de la ciudad

16 feb 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Como era el Día de San Valentín, fui a visitar el paisaje al que más fiel soy de la ciudad: el entorno de la Torre de Hércules. Decidí que esta vez daría la vuelta completa al monte de nuestro faro por sus senderos más próximos al mar.

Pasada la glorieta de la estatua de Breogán, eché a andar por el extenso prado, atento a la presencia de estorninos, buitrones y tarabillas comunes, pajarillos tan típicos de ese lugar. Mi agudeza visual me reveló unos cuantos, pero no así los charcos que la lluvia había puesto, como traicioneras trampas, en mitad del camino.

Llegué al borde de las rocas con los bajos de los pantalones demasiado adornados de motas de barro. No me importó, porque, aunque no tanto como los días anteriores, las olas eran aún imponentes. El halo que de ellas emanaba al contraluz, además, llenaba la atmósfera de un frescor oceánico que por fuerza tenía que ser saludable.

Voces de amor

Así, como si acababa de beberme un bálsamo de lo más vivificante, acometí con zancadas amplias y vigorosas la breve cuesta que lleva hasta la furna de A Serea. Un colirrojo tizón que picoteaba algo en ese mismo sendero decidió dejarme pasar con un vuelo largo que lo llevó hasta una roca tapizada de líquenes. Al poco de posarse, comenzó a cantar, también él pletórico de energía. Más adelante, me detuve a escuchar a otro músico, esta vez un acentor común. El sonido del fondo del mar acompañaba sus melodías con un susurro por el que se entremezclaban ladridos de gaviotas.

Ya atravesaba la ladera oeste del monte cuando un par de pequeñas siluetas llegaron volando hasta unos tojos muy próximos, en cuyas espinas se posaron con expresión de ser los primeros sorprendidos de aparecer allí, tan cerca de mí. Me detuve en seco, y encendí el interruptor de la cámara con el mayor disimulo. Me observaron como decidiendo si debían o no fiarse de mí. Mientras dudaban, hice algunas fotos al macho de pecho encarnado, quien posó con distinción. Fue la hembra la que primero echó a volar, seguida de inmediato por él. Por la actitud de ambos, me pregunté si acaso no estarían buscando ya un buen lugar donde anidar.

Entre el tojo

A los de su especie aún les queda en torno a un mes para ponerse a crear su hogar, pero igual esta era de esas parejas previsoras que necesitan tener todo muy pensado. Se posaron solo algo más lejos, en el mismo y amplio tojal. Las impenetrables espesuras de este tipo de matorral son ideales para traer su familia al mundo: pocos depredadores son capaces de alcanzar sus nidos. Desde luego, ninguno de los gatos que aquí tan bien viven gracias a lo mucho que los cuidan tantas personas por ellos preocupadas. Y con los que todas las aves de la zona deben andarse siempre con ojo.

Terminé mi paseo de nuevo junto a Breogán. Una pega posada en su ondulado cabello parecía estar posando para un artista, de tan inusualmente callada y quieta. Hasta que con un sonoro reclamo voló hacia donde la esperaba su pareja. A su manera, pensé, también estas aves son muy fieles a este lugar. Les deseé, por tanto, un feliz día de San Valentín.

Zonas abiertas

El pardillo común es una de las aves más comunes en todos los paisajes abiertos de la ciudad. En otoño e invierno forma densas bandadas.

Varios millones

El Atlas de Aves Reproductoras de España estimaba hace una década que crían en nuestro país entre 1.700.000 y 3.000.000 de parejas de pardillos.