
Son la punta de lanza contra el coronavirus, pero se sienten «desamparadas» y «poco reconocidas»
12 mar 2021 . Actualizado a las 14:47 h.Cuando aplaudimos a las ocho de la tarde, ¿nuestro agradecimiento va también para los farmacéuticos? «Al contrario, piensan que nos estamos forrando, cuando no es así en absoluto», afirma Mercedes González, farmacéutica en Sobrado dos Monxes. Nuestros boticarios se sienten desamparados y poco reconocidos, a pesar de que están en la primera línea del frente de batalla. «Me siento reconocida por mis pacientes, que tienen confianza en mí y valoran lo que estoy haciendo pero, por parte de la Administración, se nos tendría que valorar un poco más», dice Silvia Represa. Ella es la representante de los farmacéuticos rurales en la junta de gobierno del Colegio de Farmacéuticos de A Coruña y tiene una botica en Tordoia. «La farmacia rural es como un centro sanitario abierto las 24 horas todos los días y, en estos momentos, se ha incremento muchísimo el número de consultas telefónicas. Además, los pacientes relacionan cualquier síntoma con el virus y estos boticarios, como llevan haciendo toda la vida, actúan como intermediarios con los profesionales médicos, derivándolos a ellos cuando es necesario. «La pregunta del millón (de veces) es la de las mascarillas. Es inconcebible que no tengamos material de protección para todos. Es una situación nada agradable. Esto se tenía que haber gestionado de otra manera. Nos sentimos impotentes», manifiesta Represa.
Un pico de demanda
Cuando se decretó el estado de alarma, hubo un pico de demanda por parte de los pacientes. «Al principio del confinamiento, acudieron en mayor cantidad a la botica, pero en las dos semanas siguientes, la afluencia se normalizó, porque se les aconsejó que evitaran los desplazamientos innecesarios para evitar el contagio», comenta Represa.
En las farmacias rurales, el paciente tipo suele corresponderse con una persona de edad avanzada y polimedicada, con lo que la mayoría está incluida entre las poblaciones de riesgo de la pandemia. «En un primer momento era un poco el paseo a la farmacia, pero ahora la gente ya está mas concienciada de la importancia del aislamiento. Ahora sí ya vienen solo a por su tratamiento cuando lo necesitan».
En abril hubo otro repunte; ha pasado un mes y a muchos les toca reponer su medicación. «Tengo pacientes que tienen aquí a sus padres, pero se quedaron en A Coruña para cumplir el confinamiento. Antes eran los hijos quienes venían a la farmacia y ahora, en algunos casos, se los estamos acercando nosotros. Con pacientes aislados y con unas determinadas características, está permitido», dice la vocal del Colegio.
¿Y la seguridad? Desde el principio de la crisis, Represa decidió dispensar a través del guardiero o torno en su botica. «Trabajamos con pantallas. Y agradezco al Concello que cada dos días vengan a desinfectar». Al menos eso.
«Nos tuvieron olvidados, pero somos los primeros que estamos ahí»
Elena Tañá es la farmacéutica de Coirós desde hace 33 años así que, después de tanto tiempo, «la relación con los pacientes es muy familiar, me quieren mucho y yo a ellos». Estos días el trabajo se ha incrementado y las medidas higiénicas que hay que tomar ralentizan la operatividad diaria. «Estamos continuamente desinfectando. Todo el mundo quiere lo mismo: mascarillas, alcohol, guantes…
Nuestros pacientes empiezan a conocer gente que se fue y hay quien tiene mucho miedo. Algunos no quieren ni entrar en la farmacia y otros esperan a que esté vacía. Es normal. Pero lo vamos llevando». Ayuda el hecho de estar en una zona rural porque, el que más y el que menos, tiene un campo o una finquita por donde andar. «No están tan agobiados como en la ciudad», cree Tañá. Dado que su botica se encuentra en la N-VI y muy cerca de la autovía de Madrid, entre sus clientes cuenta con muchos camioneros. «Vienen muy preocupados [por su mayor exposición al viajar], buscando gel hidroalcohólico y mascarillas».
En cuanto al resto de pacientes tipo de esta farmacia rural, su titular constata que muchos mayores delegan en sus hijos la tarea de recoger la medicación. Así pasa la vida para esta boticaria rural, que siente mucha preocupación por sus pacientes y por su personal. «No quiero que nos aplaudan, me gusta mucho mi trabajo, pero si me hubiera gustado que se hubieran acordado de nosotros al principio. Esta mampara la hizo mi marido. Al igual que la Guardia Civil o Correos, somos sectores que estamos en contacto con la gente y no hemos contado con las medidas de protección necesarias. Nos tuvieron olvidados y somos los primeros que estamos ahí. Nos hemos tenido que buscar la vida y creo que lo hemos hecho bastante bien», afirma Elena Tañá.
De opinión parecida es Mercedes González, farmacéutica en Sobrado dos Monxes. Para ella está claro que están más expuestos. «Antes de ir al centro de salud, vienen aquí. Pusimos las mamparas, pedimos que entren de uno en uno y estamos desinfectando todo el rato». Además de los problemas con la escasez de material, que empieza a llegar a cuentagotas, aquí notaron algo más de clientela desde el principio, cuando se decretó el estado de alarma: «Vino gente que vive en Bilbao, en Barcelona, en Asturias... Vecinos de siempre, que venían solo en verano, o gente de A Coruña, que pasaba los fines de semana. Piensan que solo nos estamos forrando, que nos hacemos de oro. En absoluto nos sentimos reconocidos».