
El propietario de la taberna O Freixo sirve a domicilio y dice que quiere ser positivo, pese a no saber cuándo podrá abrir de nuevo
26 abr 2020 . Actualizado a las 05:00 h.El 19 de abril se cumplió un año de la apertura de su negocio. «Fue un éxito desde el primer día. Estuvimos siempre llenos. Llegué e tener once empleados», comenta. Pero esta primavera todo cambió. «Hay que adaptarse a la situación porque tengo que pagar los gastos. Adaptarse o morir», analiza Juan Capelán Casas, al que sus infinitos amigos suelen llamar Cape. Es el propietario de la taberna O Freixo, especializada en truchas y tortillas como lo era el mítico local de A Espenuca del mismo nombre. «Yo era un gran cliente. Un domingo de verano estaba con unos amigos y me enteré de que había cerrado. Me quedé con la copla y recordé que la mujer de un cliente de otro negocio que tengo había trabajado de cocinera allí. Fue una casualidad», recuerda. Ahora sigue preparando las mismas especialidades, pero con algunos cambios. «Por el momento solo estamos ofreciendo servicio de mediodía. Cada día se vende más y, en función de la demanda, iremos tomando decisiones. El buque insignia siguen siendo las tortillas y quizás piden menos las truchas. Lo curioso es que ahora lo que más se despacha es nuestro guiso diario. Carne asada, albóndigas de solomillo o un guiso de choupa que hicimos esta semana y se vendió todo enseguida. Los vinos los bajamos un 40 % y lo llevamos todo a casa sin cobrar por el transporte», explica Juan.
Carta de bocadillos
Se enfrenta al futuro con firmeza y dudas. «Quiero ser positivo, pero para que todo vuelva a ser como antes va a pasar mucho tiempo. A lo mejor en otoño nos permiten abrir con aforo limitado y dentro de un año con cierta libertad. Lo de las mamparas en las mesas me parece terrible. Un bar no es una jaula. Es que yo soy muy besucón, muy de abrazar…», analiza. «Estamos buscando nuevos envases para llevar. El futuro, más bien el presente, es tener un obrador con una fase final de servicio al cliente. Con mi hijo Borja estamos pensando en elaborar una carta de bocadillos graciosos. Es algo práctico. Se nos ocurrió prepararlos de guisos, por ejemplo de choupa o de pulpo, además del clásico de tortilla», avanza sobre su nuevo proyecto. Los cambios de actividad han sido una constante en su vida. «Todos los negocios que monté fueron un éxito, pero me canso pronto. Es culpa mía. Sinceramente, me veo como emprendedor, no como empresario, porque si no tendría un imperio. Mi temperamento es así. Yo siempre viví como un marqués y procuro comer caro porque comer barato no es interesante. No tengo deudas excepto con los bancos», comenta este coruñés que ve en el horizonte su 60 cumpleaños. «¡Qué indiscreción!», exclama.
Nombres de negocios
Tiene pareja y un hijo de 39 años, que le echa una mano cuando puede. Estudió en los Maristas hasta los 14, que se fue a enderezar al Luis Vives. «De pequeño quería ser misionero y luego tuve claro lo de empresario», recuerda. Ahora, además de la taberna O Freixo adaptada al servicio de comida a domicilio, dirige una empresa de revestimientos. «Es una cerámica para suelos, encimeras, fachadas, de nombre Techlam, que se fabrica en Alicante y que distribuyo bajo el nombre de Ceratech», explica. Son las últimas aventuras de este coruñés que montó su primer negocio en Santa Lucía. «Fue una tienda en la parte exterior del mercado en la que vendía relojes y aparatos de música para coches. Nunca vendí tabaco», asegura sonriente. Siempre combinó la hostelería con otros sectores. Me habla del Looping, un pub que duró un año en las galerías de Federico Tapia; de El Varadero, ubicado en el bajo de la Casa Azul de la escalinata de Santa Lucía; del Buena sombra en Fernández Latorre… «Monté Pelé Jeans con el jugador de fútbol brasileño, pero me salí pronto porque no cogió el rumbo que quería. Estuve con él en Brasil e hicimos buenas migas. Con la fiebre del algodón abrí las tiendas Gangas. También me dediqué a traer pantalones vaqueros de segunda mano de Estados Unidos que arreglábamos y se vendían muy bien», recuerda este apasionado de los viajes que sueña, como todos, con la vuelta a la normalidad y poder abrazar a sus centenares de amigos. «Hice tantas cosas que, claro, conozco a mucha gente».