Un joven francés espera en Sada que reparen el timón de su nave para cruzar el Atlántico en su año sabático
18 oct 2020 . Actualizado a las 14:29 h.Si las orcas no se hubieran cruzado en su camino hace un mes, hoy Benjamin Hollard estaría en alguna de las islas Canarias preparando su embarcación para una travesía por el Atlántico. Pero las orcas embistieron a Amadeus, el nombre del barco de este ingeniero informático parisino, cuando viajaba rumbo a Lisboa. Allí tenía pensado apearse la otra tripulante, una compañera de trabajo sueca. «Pero después del accidente ya no quiso navegar más, se fue a su país a ver a sus padres antes de regresar al trabajo», señala Hollard desde su obligado descanso sadense.
Benjamin pidió auxilio cuando las orcas comenzaron a jugar con su embarcación. «¿Sabes como mueve un perro la cabeza cuando agarra una pelota? Pues así hacían las orcas con el barco», recuerda el joven francés quien, relativamente, tuvo suerte esa noche de tensión. Tras quince minutos de movimiento, acudió a su rescate Alfonso Vega, que viajaba muy cerca en el Urki 1. «Con él se entretuvieron más, por lo menos una hora, si ves la grabación de los movimientos de su GPS es alucinante», explica Hollard, a quien le queda al menos dos semanas de retiro sadense mientras los profesionales reparan su barco y el de Alfonso.
El responsable de Cadenote, Miguel Villa, muestra una pieza del Urki 1 para explicar la virulencia y la fuerza de las orcas: «Yo sí me creo la teoría de que están practicando la caza en manada, si no, no se puede explicar esto». Y «esto» es una mecha de 38 milímetro de acero inoxidable y macizo que salió al mar por una vez siendo una vara recta y ahora está doblada 90 grados. «Y además tenía un refuerzo encima, es increíble cómo juegan con los barcos», explica Villa. El timón del Amadeus también parece la espina de un pez recién comido.
El incidente mediático no ha cambiado los planes de Benjamin Hollard, quien ha descubierto, de la mano de los propios responsables de Cadenote, lugares como Betanzos. «Comí pulpo en un sitio céntrico, muy bueno, no recuerdo el nombre, pero sé que estaba delante de una cafetería llamada París», señala en relación al popular restaurante Pirri de la ciudad brigantina. «En cuanto esté reparado el barco iré a Canarias y haré una parada más corta de la prevista, iba a estar dos meses, pero casi los llevo aquí en Galicia», explica. A partir de ahí mantendrá su meta de cruzar el Atlántico hasta llegar a la isla francesa de Guadalupe. «Me he cogido un año sabático y lo pienso aprovechar».
-¿Miedo?
-No, cuando uno se mete al mar sabe que estas cosas pasan.