Más de 125 familias y niños del Sal Lence se la juegan cada día en una salida del colegio imposible
A CORUÑA

El covid los abocó a la calle Boavista, una vía estrecha de sentido único, con aceras angostas y sin señalización escolar
05 feb 2021 . Actualizado a las 05:00 h.Encajado en una manzana triangular del barrio de Os Castros, el colegio público Sal Lence se adaptó en septiembre para hacer frente al covid con un protocolo de accesos que dejó a los niños más pequeños y a sus familias en una situación imposible. Tanto como supone entrar y salir por un portalón del patio que da a la calle de atrás, una vía muy estrecha de sentido único, cuesta abajo, trazada en curva a la altura de la puerta y sin señales que alerten a los conductores de la actividad escolar.
Allí delante del 39 de la calle Boavista se reúnen dos veces al día las familias de más de 125 alumnos de entre 3 y 7 años, de infantil y primero y segundo de primaria. «La entrega [de 8.45 a 9.15 horas] aún es relativamente rápida, y mal que bien los soltamos de cualquier manera y nos vamos», explica la presidenta de la AMPA, Lidia Paz, que mide el ancho de la acera a partir del tamaño de una silla de bebé. «Cabe muy justa, si hay una papelera ya tienes que bajar», señala.
El riesgo aumenta a mediodía. Los padres difícilmente pueden mantener la distancia de seguridad mientras esperan. No hay espacio físico. Solo les queda la opción de ocupar la calzada y ahí reside el problema. No hay señales, semáforos ni pasos de peatones que regulen la avalancha y frenen a los coches que bajan hacia la avenida de Oza.
«Los residentes, que saben lo que pasa, muchas veces hacen de tapón de los que vienen detrás a propósito para dejarnos cruzar antes de meterse en sus garajes, pero los que van de paso son un peligro. Y claro, protestan y pitan al vernos en el medio, con toda la razón, pero es que no tenemos otro lugar», añade Lidia Paz. Los niños salen de forma escalonada, cada cinco minutos según el curso en que estén, pero muchas familias no se marchan al momento. Tienen que esperar a hermanos que aún no han bajado, lo que termina por prolongar la aglomeración y multiplicar el riesgo para los pequeños.
La solución pasó inicialmente por trasladar a la entrada de la calle a una patrulla de la Policía Local que alertaba a los conductores y regulaba el tráfico. Pero el Ayuntamiento no garantiza su presencia todos los días. «Entendemos que no es posible y lo asumimos. Por eso pedimos en el Registro municipal una solución permanente, un paso de peatones, que supriman alguna plaza de aparcamiento o lo que consideren», indica Lidia Paz. El Ayuntamiento asegura que va a pintar un paso de cebra y que estudia otras medidas.