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El negocio de la pobreza en A Coruña: habitación sin ventanas, 280 euros al mes

montse carneiro A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA

Habitación sin ventanas en un piso de Ronda de Outeiro alquilada a una mujer sin hogar este mes por 280 euros al mes
Habitación sin ventanas en un piso de Ronda de Outeiro alquilada a una mujer sin hogar este mes por 280 euros al mes

El negocio de la infravivienda se consolida por falta de alojamientos sociales

17 feb 2021 . Actualizado a las 10:30 h.

Daniela es un nombre ficticio. Detrás se protege una mujer maltratada que vivió en la calle, se metió en una casa vacía de A Coruña, fue desalojada por okupa y hoy duerme en una habitación sin ventanas y con un candado en la puerta en un tercero de la ronda de Outeiro. Paga 230 euros al mes, 280 si duerme con otra persona. Por su perro -la única protección y compañía que la conforta- la penalizaron por una vía más enrevesada. O se deshacía de él o no tendría otra opción que aceptar un alojamiento infame, sin las mínimas condiciones de habitabilidad. Daniela eligió a su perro y el 1 de febrero firmó un contrato al margen de la Ley de Arrendamientos Urbanos que esconde un verdadero manifiesto del negocio de la pobreza. «No podrá ejercer ni propiciar la prostitución, pelearse, discutir, comercializar con estupefacientes o alcohol, ni trapichear con drogas en la habitación, en las escaleras, en el portal o en el barrio», reza el documento. Si lo hace, el arrendador precintará la habitación con candado, meterá en bolsas lo que encuentre dentro y esperará tres días. Como en este tiempo no le reclamen las cosas, las tirará a la basura o hará con ellas «lo que le plazca».

El área municipal de Servizos Sociais conoce a Daniela y el cuarto en que vive. Desde junio del 2019, cuando aún dormía en la casa okupa, un equipo de trabajadoras alertadas por el Centro de Información a la Mujer, que asiste a las víctimas de violencia machista, le presta ayuda y acompañamiento para ir saliendo del desamparo y la exclusión en que se encuentra y avanzar hacia una vida normalizada. En aquel momento había que abrir una cuenta bancaria, empezar a tramitar prestaciones económicas y crear hábitos de alimentación e higiene. En agosto la Xunta le concede el llamado «salario de la libertad» para mujeres maltratadas, 600 euros con los que ahora afronta el alquiler y trata de salir adelante. El seguimiento por parte del Equipo Municipal de Inclusión Social es, apuntan desde María Pita, permanente.

A finales de enero, tres meses después de ser desalojada y tras un sinfín de intentos fallidos de dar con un alojamiento, una trabajadora social localiza a un propietario dispuesto a alquilar una habitación a una mujer con un perro. Está en la ronda de Outeiro y quedará libre en pocos días. Mientras tanto puede ocupar un cuarto oscuro en la misma vivienda por 230 euros al mes. Daniela acepta.

«La intervención ha sido excelente y coordinada», resume el departamento municipal de Servizos Sociais. En ocho meses esta mujer sin nombre ni hogar ha pasado de ser okupa y carecer de recursos a recibir una prestación y un alojamiento, expone el equipo.

«Se negocia con la pobreza», sentencia la trabajadora social Marisa Pardal sobre el alquiler al que se ha visto abocada Daniela. «Se olvida que la vivienda, la alimentación y el vestido son necesidades básicas. Y para dignificar a las personas es imprescindible tener vivienda. A partir de ahí empieza todo, el tratamiento y lo que haga falta -explica la especialista de Utaca, antigua asociación de ex alcohólicos de A Coruña-. Una vivienda donde tus hijos te puedan visitar sin sentir vergüenza o donde puedas invitar a un amigo a tomar café».

Housing First, Casa de Acogida y hostal, los recursos del gobierno local están hasta los topes

«A Coruña es una ciudad acogedora también con las personas sin hogar, y la verdad es que las actividades que se pusieron en marcha con la pandemia fueron importantes. Luego se levantarán las restricciones y se desarticularán, o no, esperemos que se mantengan, porque realmente están ayudando mucho», afirma Marisa Pardal, trabajadora social de la Unidade de Tratamento do Alcol e Condutas Aditivas (Utaca). Desde noviembre pasado, a fin de garantizar que la población sin techo que había quedado al descubierto durante el confinamiento tuviera un lugar donde dormir y cumplir el toque de queda, el gobierno local contrató un hostal donde las personas que viven en la calle pueden pasar la noche, asearse, desayunar y cenar. Pero solo tres meses después, el alojamiento está hasta la bandera y las 33 plazas ofertadas han quedado cubiertas.

Ocurre lo mismo con el programa Housing First, implantado durante el mandato anterior en colaboración con Provivienda y Hogar Sí. El considerado plan habitacional modélico -«la alternativa a la que debemos ir como sociedad», abunda Pardal- ofrece una vivienda en condiciones a personas de larga estancia en la calle y alta vulnerabilidad. No hay otro requisito a cumplir más que carecer de hogar. «Da igual si tienen dinero o no, si sufren un trastorno de cuál se trata», señala. En A Coruña hay 10 viviendas con 11 plazas. Están a tope. Igual que la casa de acogida para mujeres maltratadas: 15 y no cabe una más.