Así se desaloja un edificio okupado

alberto mahía A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA

EDUARDO PEREZ

Una empresa especializada evitó la usurpación de los cinco pisos del 87 de la ronda de Nelle y echó «por las buenas» a 10 jóvenes de una de las viviendas

28 ago 2021 . Actualizado a las 00:12 h.

Tiene la espalda como un armario abierto pero el músculo que más y mejor mueve es el de la lengua. Porque a Francisco Fernández, gerente de la empresa DIO Express, no le hace falta tener la mano suelta o gente en plantilla que levanta 230 kilos para echar de una propiedad a unos okupas. «No somos unos matones», subraya. Su gran pegada es el diálogo. En la inmensa mayoría de los casos, les dice cuatro cosas y los usurpadores cogen sus enseres y se van. La táctica funciona. En los dos años que la empresa lleva activa fueron llamados para desocupar 4.096 propiedades y lo lograron en 4.094 ocasiones.

Su último trabajo fue devolver al propietario del número 87 de la ronda de Nelle su edificio de cinco plantas. Le bastaron 10 días. Sin dar un grito. Por las buenas.

¿Qué hizo Francisco para conseguir en menos de dos semanas lo que el dueño del inmueble no logró en meses? «Simplemente, hablando y convenciéndoles de que sería mejor para ellos irse porque de lo contrario tendrían a varias personas en el portal impidiendo la entrada. Y el que saliera, no volvería adentro», explica.

Este edificio ya no es que tuviera un problema, sino es que se le venían encima otros cuatro. Hace meses, un grupo de jóvenes se hizo con el segundo y el propietario se enteró de que tenían pensado okupar el resto del inmueble. «Sabía que el proceso judicial se podría prolongar más allá de dos años, lo que supondría gastar dinero y no ingresar un céntimo durante todo ese tiempo al no poder vender ni alquilar. Aparte de los gastos que supondrían los daños causados por los intrusos. Por eso nos llamó», cuenta Francisco Fernández. 

Control de acceso

Lo primero que hizo fue una labor de discreta vigilancia en las proximidades del edificio, «en el que apreciamos que a diario podían a llegar a entrar más de cien jóvenes. Supuestamente, para comprar droga», dice. Con esa información fue a hablar con «el cabecilla». En un principio, «no estaba por la labor de irse». Así que Francisco le explicó cómo sería su vida en el piso a partir de ese momento. Es decir, que tendría a su personal en el portal las 24 horas del día, «por lo que no podrían entrar consumidores a comprar. Y el que saliera, ya no podría volver a acceder al inmueble». No hizo falta más. El «cabecilla» no tardó ni un minuto en darle una respuesta. Aceptó abandonar el piso de manera voluntaria. Pero le pidió que le diese un plazo de una semana. «Le hice firmar un documento con ese compromiso, continuamos vigilando el edificio por lo que pudiera pasar y llegado el tiempo, cogieron sus cosas y se fueron. Es más. Dejaron la vivienda en buenas condiciones, algo raro en las okupaciones», explicó Francisco Fernández. Un minuto después de que se fueran, su equipo accedió al edificio con un cerrajero y técnicos de una empresa de alarmas.

Prefiere no desvelar lo que cobró por el trabajo. Pero sí cuenta que el desalojo de un piso va de los 2.000 a los 2.500. Si se trata de un inmueble entero, por cada nivel que tenga se cobra unos 3.000. Depende también de las dificultades que supone la desocupación. Incluso, DIO Express vacía viviendas usurpadas de manera gratuita. «Si vemos que el dueño carece de ingresos y el piso es lo único que tiene donde vivir, actuamos sin cobrar. Faltaría más. Debemos adaptarnos a todo tipo de situaciones».

Y las hay para dar y tomar. «A veces» -añade- «nos encontramos con que una casa está okupada por una familia sin recursos, en precario, con hijos. No los vamos a dejar en la calle. Así que intentamos mediar con el dueño y buscarles una salida».

En este sector nunca saben lo que se van a encontrar cuando llaman a la puerta de una casa que ha sido tomada a la fuerza. A Francisco le han puesto un rifle en la cabeza y le han echado cuatro perros de raza peligrosa. Tuvo delante a gente de malas pulgas, capaces de hacerle un nudo a una tubería de hormigón.Sabe que su trabajo no es sencillo, de ahí que su estrategia casi siempre se base «en la astucia, la psicología y la inteligencia». Asegura que nunca amenazan ni agreden. Y si algún día tienen que enfrentarse a alguien, «siempre va a a ser de modo defensivo». Solo con eso, su compromiso es que en diez días desaloja un piso. 

Un caso récord

Hubo casos en los que le sobraron cinco horas. «Un hombre nos llamó al mediodía para contratarnos, pues tenía una vivienda okupada en un edificio de la avenida de Finisterre. A las cinco de la tarde, ya estaba recuperada», cuenta. ¿Cómo? Simplemente subió junto a dos colaboradores y les pidió que se fueran o se atuvieran a las consecuencias. No hubo más que hablar. Cogieron sus bártulos y desaparecieron.

En general, explica Francisco, los okupas «no quieren problemas». Si ven que a su puerta llaman cuatro o seis personas grandes y en buena forma física, uniformadas, con chalecos antibalas y ropa de protección, diciéndoles que van a montar en el portal un control de acceso, «el 99,9% opta por irse».

Si las ocupaciones no existieran, él se limitaría al recobro de deudas y perdería volumen de negocio. Pero eso no quita que piense que «este mal tan generalizado en el país, que afecta a tantísima gente, debería solucionarse. Debería cambiarla ley».