Las historias de Lindbergh

Luís Pousa Rodríguez
Luís Pousa CRÓNICAS CORUÑESAS

A CORUÑA

MARCOS MÍGUEZ

No hay otro espacio como el puerto de A Coruña y no hay otro momento como estos meses, de diciembre a finales de febrero, para crear la atmósfera adecuada para paladear a pupila abierta sus imágenes

14 dic 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Si uno tuviese que escoger un lugar del planeta para montar una gran exposición de fotografías de Peter Lindbergh, seguramente encontraría parajes más mediáticos, rentables y concurridos que esta humilde ciudad atlántica. Pero si eres Marta Ortega y puedes permitirte el lujo de arrinconar esos factores y centrarte únicamente en elegir el punto de la galaxia donde mejor encaje una muestra como Untold Stories, entonces, hay que admitir que no hay otro espacio como el puerto de A Coruña y no hay otro momento como estos meses, de diciembre a finales de febrero, para crear la atmósfera adecuada para paladear a pupila abierta sus imágenes.

Los hangares, los contenedores y los antiguos silos de Cementos del Cantábrico, acondicionados con gusto exquisito por la arquitecta Elsa Urquijo, generan el ambiente preciso para zambullirnos lentamente en las espléndidas fotografías que nos aguardan en el interior de las estructuras portuarias. Fuera de las naves, el mar, al que por momentos crees que las autoridades han encerrado tras las verjas que rodean los muelles, parece haberse escapado con su minuciosa escala de grises de una foto de Lindbergh. Y el cielo, que en A Coruña se viste de cine en blanco y negro de aquí a marzo, también parece salido de una de estas 160 historias sin contar. O más bien, contadas a medias, porque Lindbergh, como todos los clásicos, tiene tanto que decir que nunca acaba de decirlo del todo.

Uno sale de la exposición de Peter Lindbergh en los muelles con la hermosa sensación de que la muestra no está solo dentro de las salas, sino también fuera, expandiéndose por toda la ciudad, con sus rostros y sus desnudos de gran formato paseándose por nuestras aceras. Será que el arte, mucho antes que la tecnología, ya había inventado la realidad aumentada.