Pues no éramos tan originales

Luís Pousa Rodríguez
Luís Pousa CRÓNICAS CORUÑESAS

A CORUÑA

NASA

Cada dos o tres generaciones, aparece un selecto club de idiotas que se creen únicos en la historia de la humanidad y que piensan que el universo no nació con la eyaculación cósmica del «big bang»

25 ene 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Los seres humanos nos creemos muy originales, a pesar de que compartimos una proporción nada despreciable de nuestro mapa genético con la mosca, y ya no digamos con el cerdo, que ahora hasta nos presta su corazón como pieza de recambio para que nos recauchuten y sigamos tirando otros 500.000 kilómetros.

A pesar de esto, cada dos o tres generaciones, aparece un selecto club de idiotas que se creen únicos en la historia de la humanidad y que piensan que el universo no nació con la eyaculación cósmica del big bang, sino justo con el orgasmo casero de sus padres al engendrarlos.

Estos adanistas —o evistas, que no se me cabree la mafia de la corrección política— están convencidos de que lo han inventado todo y, por si hay dudas, de vez en cuando, van y nos lo explican. Nos sermonean porque leemos mal, comemos mal, bebemos mal, follamos mal y, por supuesto, pensamos mal, no como ellos, que ya estaban allí cuando el mono de Odisea 2001 pasó de partirle la crisma a su primo con una quijada a escribir sinfonías y ecuaciones.

A mí esto de los seres superiores y los pueblos elegidos me da como alergia en las neuronas. Soy de los que sostienen que hacemos y decimos las mismas chorradas en Labañou y en Kuala Lumpur. Y lo cierto es que la realidad no deja de regalarnos pruebas de esta tesis. El otro día, por ejemplo, me tropecé con un dicho israelí según el cual Jerusalén reza, Haifa trabaja y Tel Aviv se divierte, que viene a ser nuestro Santiago reza, Vigo trabaja y A Coruña se divierte, pero en plan Antiguo Testamento.

Al final, la vida va a ser eso que nos pasa entre que nos creemos muy originales y el instante en que descubrimos que, afortunadamente, somos un poco más de lo mismo y no merece la pena armar demasiado ruido por tanta nadería.