Tranquilo y reflexivo, el coordinador de Medicina Interna del hospital Modelo cuenta que la pandemia lo ha vuelto más empático
06 mar 2022 . Actualizado a las 05:00 h.Contando desayunos, comidas y cenas, el médico internista lo tiene claro. «De las 21 comidas de una semana, 2 o 3 homenajes como mucho. Es decir, solo deberíamos excedernos en contadas ocasiones. La gente tendría que informarse mejor sobre lo que come y las calorías que le mete al cuerpo», analiza Ignacio Ramil Freán. Tiene 37 años y desde hace unos meses es el coordinador del Servicio de Medicina interna del hospital HM Modelo. «Mi padre es médico de familia en el Abente y Lago y yo siempre quise ser internista, ser el médico del cuerpo», confiesa. Todos los días ve cantidad de ecografías en las que se aprecia el hígado graso. «La esteatosis hepática es la verdadera epidemia del siglo XXI y con el tiempo será la primera causa del trasplante de hígado. La fibrosis es reversible cambiando los hábitos, y también existen ensayos clínicos de medicaciones que la disminuyen. Hay millones de personas afectadas. Es la manifestación hepática de una serie de problemas metabólicos. A partir de los 40 ya es habitual, pero hay jóvenes de 20 años con hígado graso. Tengo el proyecto de crear en el Modelo una consulta específica del hígado. La cirrosis no tiene vuelta atrás y no solo se llega a ella por consumo del alcohol. Esperamos contar pronto con un fibroscan, un aparato que mide el grado de fibrosis sin necesidad de biopsia. En la sanidad pública lo hay», apunta.
Dos años de pandemia
Nació en Ferrol en diciembre de 1987, estudió Medicina en Santiago e hizo la residencia en el Chuac. «Diz Lois se jubiló en mi segundo año. En el 2014 acabé y en ese momento no había muchas opciones. Estuve tres meses en urgencias con contrato de sustituciones y después, seis meses de médico en la cárcel de Teixeiro. Viví experiencias que me hicieron cambiar mi visión de lo que es una prisión. Es algo que debería conocer más gente. Hice buena relación con internos que ahora me saludan por la calle y me llaman don Nacho», recuerda. Tras una temporada en O Barco de Valdeorras regresó al Chuac hasta que en mayo del año pasado le propusieron «un proyecto muy interesante» en el Modelo. «Vamos a empezar con ensayos clínicos con una vacuna nacional para el covid y compararemos sus resultados con las ya existentes —explica—. Echo de menos el Chuac, solo tengo buenas palabras. En la privada cuesta más desconectar y me llevo a los enfermos para casa», reflexiona. Se cumplen dos años de pandemia y Nacho fue uno de los médicos que más dieron la cara en aquella primavera del 2020. «Nos siguen llegando pacientes que tuvieron covid leve y que dicen que no han vuelto a ser los mismos, que se cansan mucho. Es algo que vemos que pasa con el tiempo. Con covid más grave ya hay otras secuelas. Con las vacunas hubo algunas reacciones adversas, y una muy grave de una persona de 50 años que está en silla de ruedas. Pero eso, entre millones de vacunados, no justifica un movimiento antivacunas», reflexiona. Charlamos en el Sanbrandan del inicio de la calle peatonal de A Gaiteira, cerca de su casa. «Soy muy de barrio. El ambiente me gusta. Me quiero quedar en A Gaiteira», confiesa Nacho, padre de un niño de tres años y medio y de otro que viene en camino.
Bici y montaña
Dice que se cuida. Que intenta cumplir con lo de excederse solo dos o tres días a la semana como mucho. «La tortilla de patata acompañada por una copa de mencía es mi plato favorito», confiesa. Durante toda nuestra charla no utiliza el móvil. «En casa me riñen porque dicen que lo uso mucho. Si estás con él, no estás en otra cosa. Por cierto, los pacientes suelen decir lo de “no me riña, doctor”, y yo les digo que aconsejo, pero no soy nadie para reñir», apunta con buen humor. Corre, practica ciclismo de carretera y disfruta caminando por las montañas. Se define como un hombre tranquilo y reflexivo capaz de mantener la templanza en situaciones difíciles. No le importa que amigos y familiares le hagan alguna consulta. «En esta profesión aprendes todos los días. Los dos años de pandemia tengo la sensación de que pasaron rápido. Me he vuelto más empático con la gente», confiesa.