Cines, el monasterio gótico que se levantó al pie de una aldea prehistórica

cristóbal ramírez

A CORUÑA

Cristóbal Ramírez

Un camino ancho al principio permite ascender hasta el interior del castro

10 abr 2022 . Actualizado a las 19:06 h.

El monasterio de Cines, o lo que queda de él, siempre se merece una visita. Es de esos lugares que todo coruñés, viva en el norte o en el sur de la provincia, debería conocer. Porque es cierto que no hay ni resto de las dependencias monacales (sí de su rectoral, convertida en un establecimiento hostelero de turismo rural), pero la iglesia gótica, raro ejemplar en el mundo rural gallego, impresiona. Y si es domingo a media mañana y está abierta puesto que se celebra misa, entonces la boca se abrirá al admirar el interior.

 ¿Por qué se levantó ese imponente edificio ahí mismo, en lo que hoy es Oza-Cesuras, pura retaguardia del golfo Ártabro, a principios del siglo X? Pues por la misma razón que se construyeron tantos otros templos por Galicia adelante. Se trataba de cristianizar lugares paganos, y los habitantes de los castros no eran cristianos (salvo algunos poblados que seguían habitados en el tránsito la Edad Media), de manera que se erguía todo tipo de iglesias, grandes y minúsculas. Y Cines se halla a los pies de un monte en cuya cúspide se construyó hace por lo menos dos milenios uno de esos castros.

Fue en sus orígenes un monasterio dúplice, de monjes y monjas, y el edificio que llegó hasta el siglo XXI no es el que los albergaba hace más de mil años, sino el que, sobre aquel, se levantó en el XIV. Gran rosetón, precioso tímpano y esbeltos tres ábsides.

Pero seguro que también hay ganas de estirar las piernas, y la propuesta es precisamente ascender hasta el castro. Y es posible incluso para gente de poca edad siempre y cuando se atrevan a seguir un camino primero ancho y luego ya no tanto, con un pequeño tramo incómodo.

Así, desde Cines se gira a la izquierda y de nuevo a la misma mano en los dos siguientes cruces. El destino es el pequeño grupo de casas de Castro. Y continuando esa muy estrecha pista hay un punto en el que gira muy cerradamente a la diestra y deja a mano contraria un camino muy bonito con un humilde lavadero. Ese es el que hay que seguir.

El suave descenso inicial de 200 metros puede engañar: se llega hasta un pequeño arroyo y ahí comienza la subida. Y cuando se tiene a la vista la primera casa de la aldea de Cristín, giro muy acusado a la diestra para acometer el último tramo, ya con poca pendiente, que conduce directamente a la gran muralla que rodea las casas, hoy enterradas y defendidas también por un foso.

En caso de que no haya ganas de andar, el recorrido es el inverso: en coche hasta Cristín, siempre subiendo, para dejar el coche donde remata la pista. La aldea prehistórica queda ante los ojos.

El inicio

43º13'17"N 8º13'17"W

La foto más personal

Ante los ábsides de la iglesia.

La aventura

Ascender al castro.

Es posible ver

Aves rapaces, que anidan en la zona.