Decidí que una cámara de usar y tirar podía ser divertida
04 may 2022 . Actualizado a las 05:00 h.En papel o digital? preguntaron en la tienda de fotos. La pregunta me pilló por sorpresa: ¿qué sentido tenía haber comprado una cámara desechable si no era para revelar las fotos en papel, como en el siglo (ay) pasado? Había empezado el juego unas semanas antes. Explicando al crío lo que pasaba al revelar un negativo viejo, decidí que una cámara de usar y tirar podía ser divertida. Es poco original la idea: al parecer se venden muy bien, y alguna marca ofrece cámaras de toda la vida pero baratísimas... apenas una caja de plástico con lente, vamos, pero a la que puedes cambiar el carrete siempre que quieras.
El niño se lanzó por toda la calle, por la plaza y los jardines, hasta llegar a la Marina cámara en mano, compartiendo disparos con su prima. Miras por aquí, le das al botón y luego a esta rueda, le decía, y los dos hacían fotos por turnos. A ver qué sale de ahí, pensé imaginando un montón de encuadres absurdos, planos de adultos de cintura para abajo como los que filmó Spielberg en la primera parte de ET.
Con el revelado y unas fotos milagrosamente bien encuadradas, la sorpresa ha sido otra: una ciudad viejuna y nostálgica, diferente, como si con cada disparo las galerías de la Marina retrocediesen a los años 80, ligeramente teñidas de los colores de otra época. Chocan los modelos de los coches, la ropa, faltan edificios y carteles... una se siente un poco como Thelma Ritter descubriendo que las flores en el patio de La ventana indiscreta son más bajas.
Esta ciudad revelada en papel y brillo sabe a Fanta de naranja y patatas fritas Risi, a saber qué tecla de la memoria acaba de tocar esa imagen de los niños con los ojitos entrecerrados por el sol que se refleja en la Dársena.