Carlos Mena: «No conozco acto más potente de cohesión social que la música»

m. carneiro A CORUÑA / LA VOZ

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TEATRO MAESTRANZA | EUROPAPRESS

El contratenor vasco proyecta una nueva etapa con nuevos públicos y programas para el Coro de la OSG

23 may 2022 . Actualizado a las 08:30 h.

El anuncio de su nombramiento como director artístico del Coro de la OSG coge a Carlos Mena (Vitoria-Gasteiz, 1971) ensayando con la orquesta y el coro de RTVE el oratorio de Bach La pasión según San Juan, un concierto que le sirve para explicar su excepcional trayectoria a cuento de las renuncias que podría traerle el compromiso coruñés. «No me va a restar, me ayudará a entender muchas cosas y me enriquecerá. Siempre intenté un equilibrio entre la parte pedagógica, de director e interpretativa, y así seguiré haciendo. Es cuestión de elegir, ser inteligente y equilibrar. Aquí dirijo y canto la parte de alto. Nunca he cantado de manera más enriquecedora que al dirigir», señala el contratenor.

—¿Cómo es el Coro de la OSG? —Tiene décadas de experiencia y se nota en el poso (ahí está la gran labor de Joan Company), pero a la vez hay una tendencia a final de ciclo. Cuando trabajé con ellos me interesó que al aportarles ideas, tanto técnicas como interpretativas, la reacción era muy ágil, rápida, había interés y capacidad, y eso en coros con larga experiencia no es habitual.

—¿Hacia dónde lo quiere llevar?

—Le comenté a un responsable del Consorcio que de nada serviría que yo llegara y dijera: «Quiero que suene como el coro de la radio de Oslo», porque la realidad no es esa y solo conociendo la realidad uno puede avanzar. Es muy importante entender que tenemos a un grupo muy prestigioso de una calidad excepcional como la OSG, profesional, y en la misma escena, interpretando la misma obra y al mismo nivel de exigencia, a un coro de cantantes aficionados. Solo entendiendo esto se pueden establecer procesos para cuidar esa voz y darle personalidad y capacidad de reacción para los distintos directores que tengan que venir. Quiero trabajar con esos parámetros en cuanto al sonido, las voces y el estilo.

—Un coro aficionado también es más popular, y falta hace.

—Y puede atraer a públicos no tan fáciles para un concierto sinfónico en un auditorio. A las nuevas generaciones tenemos que entenderlas también con sus maneras de comunicarse. Recuerdo una acción del Teatro Arriaga de Bilbao, con su director, Calixto Bieito, en la que abrían los ensayos generales de las óperas a menores de 35 años. La condición era que compartieran en redes el evento. Yo salí y el teatro estaba a rebosar de jóvenes para escuchar una Pasión según San Juan en versión escénica o un Réquiem de Britten. También con el repertorio se puede hacer mucho.

—¿Saldrán del auditorio?

—El Coro de la Orquesta Sinfónica de Galicia ha de ser el coro de Galicia, de A Guarda a O Cebreiro. Voy a contar con el trabajo inestimable de Javier Fajardo, que es gallego, y encontraremos formas de que nuevos públicos sientan como suya no solo la actividad del coro, sino la música, y que se enganchen. Hay muchas acciones a realizar con los repertorios, con otros coros, talleres con los directores, intercambios, programas propios en beneficio de los programas sinfónico-corales para interpretar por todo el territorio y hacer disfrutar a toda la sociedad de un instrumento que le pertenece y que puede transmitir valores.

—¿Por qué una orquesta de la excelencia de la OSG tiene que pelear para financiarse?

—Es muy fácil. Yo me he formado en Suiza [en la prestigiosa Schola Cantorum Basiliensis, con Richard Levitt y René Jacobs], trabajo muchísimo en Centroeuropa, y en España veo una cuestión nuclear tanto en el concepto de estructura social como de educación. Se habla de financiar la cultura, no de invertir en cultura. Y es una inversión porque la cultura transforma a la sociedad. No hay más que ir a esos países y ver cómo se comportan como sociedad. Yo no he conocido ningún acto cultural más potente para la cohesión social que el que produce la propia música, niños de diferentes orígenes y clases sociales cantando juntos. Eso aporta valores humanistas, crea sociedad y crea una manera de comportarse y mejorar.