Jorge Martínez, de Ilegales: «Nuestro público es el de siempre, pero faltan los horteras»

Caterina Devesa REDACCIÓN / LA VOZ

A CORUÑA

Jorge Martínez (el primero por la izquierda) señala que Ilegales está en su mejor momento
Jorge Martínez (el primero por la izquierda) señala que Ilegales está en su mejor momento

La banda de rock, que celebra sus 40 años sobre los escenarios, actuará el viernes en A Coruña

04 ago 2022 . Actualizado a las 10:28 h.

Sin pelos en la lengua. Así ha sido siempre Jorge Martínez, líder de Ilegales, que no duda en llamar tonadillera hortera a Rosalía y que este viernes actuará con su banda en la plaza de María Pita de A Coruña. En el concierto no faltarán temas de siempre, pero tampoco los de su último disco lleno de colaboraciones de lujo y con mucha presencia gallega.

—¿Qué pregunta odia que le hagan?

—Muchísimas. Ja, ja, ja. Este martes hice ocho entrevistas con Sudamérica y ahí preguntan de todo, entonces, no sé decirte. Ha habido alguien muy estúpido que me preguntó el color de ojos y el signo del zodíaco, le dije que no respondo a ese tipo de entrevistas que son para un público con el que no tengo ninguna conexión. Me quedé anonadado.

—¿Cambiaría algo de estos años?

—Muchísimas cosas. He cometido montones de errores, no solo yo, el resto de la banda también. No volvería a hacer lo mismo, ¡qué va! Probablemente hubiese corrido menos festejos nocturnos o hubiese moderado el consumo de sustancias recreativas, pero quién sabe, quizá sin ese cóctel se hubiesen resentido los períodos creativos.

—¿Su público es el mismo?

—Está el de siempre, el aficionado al rock, pero faltan esos horteras que nos seguían a nosotros y a Los Manolos. Ese tipo de gente que oye cualquier cosa ha desaparecido de los conciertos, pero se han integrado en el público jóvenes interesados en el rock. Algunos nos han descubierto de forma entusiasta recientemente y están sorprendidos de que exista esta música. Son quizá los más aplicados, escuchan todo detenidamente, lo antiguo y lo nuevo, y hay verdaderos eruditos.

—¿Cómo definiría Ilegales a un chaval de 20 años?

—Es muy difícil. Hay muchos artistas que dicen esto mismo, pero a Ilegales se le achacó en el principio que iba en muchas direcciones y que no se sabía qué tipo de música hacíamos. Se debía a que había compañeros con técnicas muy limitadas que repetían los mismos acordes simples cambiando las letras. Nosotros hacíamos muchas más cosas. En este disco, La lucha por la vida, hay 16 canciones y cada una es con un artista completamente diferente. Desde Iván Ferreiro a Luz Casal hasta Dani Martín, que es quizá lo más sorprendente.

—Habla de Dani Martín, muchos criticaron esa colaboración.

—Fue una apuesta arriesgada y hubo gente que puso el grito en el cielo, pero Dani cumplió con gran eficiencia. Se sudó la camiseta, yo sabía que lo iba a hacer. Son las canciones las que han elegido a los artistas, y no se equivocan. Nosotros sí, porque podemos dejarnos llevar por amiguismo, por el cariño y admiración, que es un poco subjetivo, pero las canciones no. Sé que no es la fórmula usual, la actual y la exitosa, que me parece repugnante, Es coger las canciones más conocidas y versionarlas con otros artistas. Eso es cómodo y ha dado grandes resultados económicos, pero en cuanto al plano artístico no alcanza ninguna cuota que merezca la pena, por eso, hemos preferido utilizar material poco rodado o nuevo y casi todos son temas de estreno. Solo hay una antigua, la que hicimos con Bunbury, Ángel exterminador, que queríamos hacerla porque esto de la guerra es algo muy de la naturaleza humana y, de hecho, poco después de sacarla estalló la de Ucrania. Fuimos algo profetas. Queríamos que todos los invitados ejerciesen como Ilegales de pleno derecho durante ese espacio de tiempo.

—Iván Ferreiro, Luz Casal, Novedades Carminha... Están muchos gallegos.

—A Carlangas, de Novedades, le venía genial la canción. Sí que hay muchos gallegos, en Galicia hay mucha música. Antes de que las orquestas gallegas hiciesen estos espectáculos de ahora, más visuales, recuerdo que a finales de los 60 empecé a ser consciente de la calidad que había. Oías a Los Satélites, porque entonces estaba de moda que tocase un grupo yeyé, con un músico y una voz, y una orquesta, y la orquesta tocaba la misma canción y sonaban aplastantemente bien. Hay muchos músicos de calidad.

—¿Hay algún artista o grupo del que no entienda su éxito?

—Muchísimos. Entiendo cómo funciona la industria. Las decisiones las toman señores ajenos que hacen que se siembren artistas de la nada, de forma artificial, y crecen productos. Antes existían las radiofórmulas que las hacían locos apasionados que iban desbrozando el camino y permitiendo a otros su desarrollo. Gente con gran dedicación que ponían temas mediante los que nosotros descubrimos cosas que si no no hubiéramos podido deslumbrar ni de lejos, pero esa gente fue sustituida por personajes que se dejaban sobornar por las cadenas de radio, las discográficas y esa gente ha impuesto sus gustos. Pero no era tan malo como lo de ahora, el callout que se utiliza, que consiste en llamar por teléfono a cualquier persona, ajena a la música, ponerle 10 segundos una canción y preguntarle qué le parece. Entonces el resultado es pura mierdita. La industria musical está en manos de fondos de inversión, que quieren beneficios a corto plazo, así que la carrera de muchos artistas es de usar y tirar. Depende de la fórmula que empleen, pero son gente que funciona en un período corto y luego se les tira porque no pueden sostenerse por sí mismos ya que nunca han sido artistas. Son un bluf.

—Llamó a Rosalía hortera, ¿es uno de esos artistas?

—Sí, probablemente en Nueva York nunca hayan visto tonadilleras y por eso les sorprende. Pero aquí hay muchas y nos conocemos todos los aparatos tecnológicos que se pueden usar para grabar. Ahora están al alcance de cualquiera. En el equipo de Ilegales somos una docena solo en la parte música y hablando con los técnicos y los expertos, analizamos en profundidad muchas cosas. Cómo se hacen los temas y le vemos la tripa a todo. Sabemos cómo se consiguen canciones de Rihanna o Beyoncé, que parecen difíciles, pero son simples, por mucho que se intenten disfrazar.

—¿Cómo han conseguido mantenerse 40 años?

—Hemos sobrevivido a pesar de que se aseguraba que al ser una banda formada originalmente con miembros expulsados de otras bandas duraríamos tres semanas. También porque eramos muy dados a los festejos nocturnos, crecimos en pleno post punk, con violencia, drogas, alcohol, e incluíamos formulas musicales diversas por lo que no se nos auguraba duración. Sin embargo todos os que han pasado y los actuales, compartimos que somos coleccionistas de instrumentos, pero no es por ser coleccionista. Todos tenemos un buen número de herramientas porque vivimos con entusiasmo la música. Mantenemos esa ilusión de observar una guitarra en el escaparate que no podíamos comprar hasta que por fin tuvimos el dinero para ingresar en el rock. Estamos hechizados por los instrumentos, por la música, y eso nos da fuerza. Todo ese veneno ingerido, ese cóctel nos ha creado una capacidad de resistencia que nos hace mantenernos y ahora estamos en nuestro mejor momento.

—¿Por qué?

—Porque tenemos un equipo que cuida mucho los detalles del directo. Nos hemos rodeado de un envoltorio que de haberlo tenido hace tiempo hubiésemos podido estar en este buen momento hace mucho, pero bueno, nos ha llevado 40 años. ¡Mira si somos brutos!

—En el documental habla claro de las drogas. ¿Se cumplen todos los estereotipos del rock? 

—Se cumplen y toda la verdad del rock no puede contarse, pero eso de sexo, droga y Rock and Roll, claro que sí. Pero pasan cosas peores, de violencia y más feas. El documental tiene valor porque está hecho con sinceridad, no hemos excluido ni censurado nada. Nuestro mánager, por protegernos, no quería que saliesen ciertas cosas, pero entonces sería un publirreportaje, que ahora es lo que vemos constantemente. Eso me parece una mierda. He visto muchos y me aburren, incluso algunos firmados por grandes cineastas que tras verlos los he dejado de respetar. Hay que respetar lo respetable no todo. Lo que no se merece respeto, no.

—De sobra es conocido el desvalijo de su furgoneta en Barcelona, ¿alguna anécdota en Galicia?

—Sí, conseguimos recuperar todo. Loquillo intento ayudarnos, pero no pudo. Los recuperamos de manera poco ortodoxa, pero legal, sin que corriera la sangre, aunque no digo que no hubiera presión. Pero en Galicia nadie nos ha robado, hubo una vez a finales de los 80 que tocábamos en un pabellón en Santiago y alguien intentó colarse. Casi se electrocuta, hubo que cancelar el concierto y cortar toda la electricidad. Se quemó varias partes, pero no hubo que lamentar su muerte, aunque tenía heridas que creo las ha superado.

—¿Qué canción suya define el momento actual?

—Todas, tanto de La lucha por la vida como del primer disco. No han perdido actualidad. Tiempos nuevos, tiempos salvajes, sigue siendo así ahora, y fíjate, lo mismo que con las últimas. Cualquiera, Mi copa y yo, que es una mirada al alcoholismo, o Nunca lo repitas en voz alta. O Los Elegidos, de crear demonios a partir de la nada.

—¿Que verá el público en María Pita el viernes?

— Esperemos que en el concierto, que es de entrada libre, ciertos sectores del público dejen espacio y tranquilidad para que lo disfruten los que quieren apreciarlo. En estos conciertos hay gente que va por ir y molesta, o se asombra de que se digan cosas tan descaradas por el micro. Nosotros no somos animadores, vamos a ofertar lo mejor, pero sin esas cosas de “Oh, A Coruña”, que hacen muchos. Eso es un insulto al público, nosotros no insultamos al público. Damos buenos conciertos, el mejor que podemos hacer. Cuando voy de público a algún concierto veo a muchos en los que los artistas recurren a ese punto chovinista que pude gustar a algunos y me dan ganas de estrangularlos. Hubo una época en la que nos repugna tanto eso que, por ejemplo, en Barcelona decíamos: “Buenas noches Madrid', y a la inversa.

—¿Dirán entonces Boas noites Vigo?

—Ya no se lleva eso, pero vamos a darlo todo. A ofertar lo mejor. De hecho ahora voy a entrar en el local de ensayo.