Casi 20 años después del cierre de la fábrica, las cigarreras de A Coruña reivindican su legado
06 sep 2022 . Actualizado a las 09:36 h.«A nuestra Amparo, nuestra patrona, nuestra heroína». Los vítores a la protagonista de La Tribuna, la novela que Emilia Pardo Bazán dedicó a las cigarreras, dieron comienzo al homenaje que las trabajadoras de la antigua Fábrica de Tabacos de A Coruña se rindieron a sí mismas. Escribimos trabajadoras en femenino porque el grueso de la plantilla de la factoría que cerró sus puertas en el 2002 lo componían mujeres. Unas 287 en aquel mes de diciembre de hace casi 20 años, pero La Palloza, como así era conocida la fábrica, llegó a tener 1.400 empleadas.
Coincidiendo siempre con la fiesta de la Consolación, la virgen que presidía la capilla de la planta, las cigarreras se reúnen para recordar sus años de trabajo. Eso sí, la ofrenda floral no es a ninguna santa, sino a la escultura de Amparo, el personaje de ficción que preside la plaza y con el que la condesa Pardo Bazán retrató el carácter fuerte de estas obreras. «Por eso la escultura de Amparo no tiene rostro, porque nos representa a todas», explicaba una de las cigarreras este sábado a otras compañeras.
Mila Macías, Carmen Veiga, Purificación Méndez o Teresa Mosquera... Todas trabajaron en torno a 40 años en la fábrica, hasta que se fueron jubilando, prejubilando o cerró la empresa. «Mi oficina estaba en aquella ventanita, al lado del reloj», dice Purificación. «Siempre que voy al centro me quedo mirando para la fábrica y me emociono», comenta Carmen. «Fuimos unas luchadoras», insiste Teresa.
Solo entre 16 y 18 años
Entraron a trabajar con 16 años la mayoría, «solo te cogían si tenías entre 16 y 18 años, y si te casabas, fuera», recuerda. Hubo que esperar, y pelear, para que los convenios avanzasen y les permitieran seguir en plantilla casadas. «Muchas perdieron el trabajo al casarse. Hay la anécdota de una compañera que guardó varios años el traje de novia, quiso esperar a que cambiase la ley, para que no la echaran», hacen memoria estas mujeres. Con ellas está Juan José Lojo, uno de los pocos hombres en plantilla. «Tuvimos que pelear para conseguir muchos derechos. Fíjate que incluso durante mucho tiempo a los hombres les daban una cajetilla de tabaco cada día y a las mujeres no», exclama Purificación. «¡Por suerte!», responden entre risas otras compañeras.
Recuerdan a menudo el pasado, pero también son conscientes del presente. «Es una pena que esto cerrase. Hoy ya no quedan fábricas en A Coruña. Hasta aquí veníamos de todas partes para trabajar», se lamentaban mientras aplaudían a Elena y Mariví, las encargadas de entregar las flores a la imagen de Amparo. Este año, y como lleva sucediendo desde la irrupción del covid, no hay romería, pero sí se juntan para una comida. En total serían una treintena de antiguas trabajadoras, las mujeres de la Marineda de Pardo Bazán en carne y hueso.