Hubo un tiempo en el que aquel sitio era un campo de guerra entre unos vecinos que querían vivir en paz y unos jóvenes que lo habían convertido en una macrodiscoteca al aire libre
16 dic 2022 . Actualizado a las 15:25 h.Ahora la noticia en la plaza del Humor es que un conductor despistado termine allí con su coche. Pero hubo un tiempo en el que aquel sitio era un campo de guerra entre unos vecinos que querían vivir en paz y unos jóvenes que lo habían convertido en una macrodiscoteca al aire libre. Corría el 2007 y la idea de que «las copas eran muy caras y los chavales tenían derecho a beber barato en la calle» se había impuesto, mirando a otro lado respecto a sus efectos secundarios. Uno de ellos se podía vivir allí, a poco que uno acudiera sin el velo del buenrollismo en la mirada.
Jueves, viernes y sábado se reunían cientos de personas a partir de la medianoche para beber. La cosa empezaba tranquila, pero a medida que el consumo aumentaba empezaba un desmadre que, en el mejor de los casos, terminaba rompiendo botellas contra el suelo y dejando aquello como un estercolero. En el peor podía pasar de todo. Desde una pelea multitudinaria, a plantarle fuego a un contenedor de papel reciclado y ver cómo las llamas llegaban a las viviendas. Ese día un anciano con camiseta de asas tiraba amoníaco por la ventana. Desesperado, gritaba: «¡Hijos de puta!». Abajo, se burlaban de él.
Pocas dudas me quedaban al respecto después de recabar testimonios de vecinos secuestrados y enfermos que tenían que irse cada fin de semana. Pero ese día las disipé todas. Aquello era una vergüenza inaceptable que solo se solucionó cuando los vecinos se plantaron de manera admirable. Firmes, recordaron a la sociedad el sentido común extraviado y obligaron al Ayuntamiento a prohibir esa práctica allí. Por eso, hoy en día, lo del coche dibuja una sonrisa respecto a lo que otrora fue aquel lugar, donde el delirio se había convertido en lo normal.