La lucha de cuatro coruñeses contra la adicción: «Pedín auxilio ao darme conta de que estaba a converterme noutra persoa»

Caterina Devesa A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA

María, Carlos, Paula y Mario acuden a Utaca Coruña, que presta apoyo a personas con diferentes adicciones, como al alcohol, al juego o al móvil

07 ene 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuando uno pone un pie en de Utaca Coruña, en donde tratan adicciones legales como alcoholismo, ludopatía, tabaquismo y otras sin sustancia, se da cuenta de que el espacio es mucho más que un lugar en el que reunirse. «Intentamos que sea amigable para que se sientan a gusto», indica Manuel Lage, psicólogo clínico y director del centro. Y lo consiguen, ya que uno de los asistentes, al que denominaremos Mario, señala que ahora son «su» familia.

Porque detrás de cada expediente, hay una historia. Y la de él tiene que ver con juegos de azar. «La primera vez que vine fue en el 2004 y estuve diez años sin recaer», cuenta el hombre, que actualmente está de baja laboral tras sufrir otra recaída hace ya más de un año. «Manuel me hizo varios informes y en uno de ellos, para solicitar la incapacidad laboral, explicaba que mi caso era como meter a un zorro en un gallinero». Porque Mario trabaja vendiendo sorteos. «Mi día a día era comercializar juegos y así empecé a caer en la adicción. Fue poco a poco, un día me quedé con los productos que no había vendido y tuve la mala suerte de que esos billetes fueron premiados. Gané 4.000 euros. Pensé: ¡qué fácil es ganar! Y lo seguí haciendo hasta que, sin darme cuenta, me convertí en adicto».

Poco a poco, cayó en una espiral de la que no era capaz de salir. «Fui al médico y gracias a ella conocí Utaca. Eso fue un viernes y el lunes por la mañana acudí a la entidad. Me atendió Manuel y recuerdo que fue muy duro, pero muy realista. Le expliqué que debía dinero a la empresa, ya que me había quedado con artículos de azar y no los había pagado. Al principio eran pequeñas deudas, pero al final debía unos 40.000 euros». El psicólogo le indicó que la única salida era explicar a la compañía su problema. «Estuve de baja y, al volver, llegamos a un acuerdo y me lo fueron descontando del salario».

Tras eso, estuvo diez años sin jugar. «Hasta que en el 2014 salió otro producto al mercado y me volví a enganchar. Esa vez fue peor, casi dupliqué la deuda y le pedí dinero a conocidos». Por ello, volvió a acudir al grupo de apoyo y a estar de baja. «Tenía al enemigo en casa, porque mi trabajo consistía en vender artículos a los que acabé siendo adicto».

Ahora, lleva casi dos años sin jugar ni trabajar. «Lo que más me duele es haber perdido a familiares y amigos. Mi hermana no me habla. Yo sé que lo hice mal, pero lo que no entienden es que no podía demostrar que no lo hacía porque quería», dice Mario, que señala que además «por mi adicción me cuesta hacer amigos. Al final, si lo cuentas, la gente se aleja de ti». Una opinión que comparte Paula, exalcohólica. «Eu vin a Utaca pola miña conta tras tocar fondo. Pedinlle auxilio ao médico despois de moitos anos consumindo alcohol porque dinme conta de que me estaba a converter en alguén que non era eu e tras sufrir algún accidente no coche, como unha saída de vía», señala.

Una vía de escape

En su caso, confiesa que fue un cóctel de situaciones el que la llevó a beber, aunque tal y como indica su informe del Sergas no lo hacía a diario, pero perdía el control. «Influíron moitas cousas, o traballo, a vida sentimental e tamén a familiar. Levei moitas patadas», explica la mujer. «Como non quería chegar á casa paraba no bar a beber». Cuando se dio cuenta de que no podía seguir así, estaba con una pareja «con mente antiga que no entendía como un psicólogo me podería axudar». La mujer acudió a Utaca sola. «Fun pola miña conta. Tras o problema co alcohol sufrín outras adiccións, como a do tabaquismo ou ás compras. Parecía que me queimaban os cartos na man», relata Paula, que destaca lo normalizado que está el consumo de alcohol. «Miña parella de entonces animábame a botarlle gotas ao café e meus amigos non entendían que non me tomara un cubata».

Más de 10.000 expedientes desde 1975: «Detrás de ellos hay historias y sueños»

Entre los 10.802 expedientes que tiene actualmente Utaca Coruña no de ellos es el de María. «Son documentos tras los que hay historias y sueños», indica el psicólogo Manuel Lage, junto a la mujer, de 70 años, que acudió a la entidad por primera vez para pedir ayuda para su abuelo. «Y con los años acabé viniendo yo», apunta la mujer, que actualmente es colaboradora de la entidad. «Les doy la información y el asesoramiento a las personas que vienen preguntando. Cuando les cuento que yo también pedí ayuda aquí se animan», dice.

Su caso demuestra que «de todo se sale». Tras unan infancia complicada con un abuelo alcohólico, que acabó con grandes deudas económicas que lo llevaron a robar y a ser condenado a prisión, decidió acogerlo en casa tras el fallecimiento de su abuela. «Mis hijos, que eran pequeños, me dijeron que no, que si lo hacía iba a acabar con nuestra vida, y así fue», relata. Tras varios años haciéndose cargo de él, «tuve que echarlo. Descubrí que me engañaba, que guardaba las botellas de alcohol en maletines y que me había robado dinero». En todos esos años de lucha y tras un divorcio también complicado  _«mi ex me dijo que si lo dejaba me iba a tener que prostituir para mantener a mis hijos, pero pude sacarlas adelante sola»_, María empezó a consumir vino. «Lo hacía para poder dormir y al final, acabe siendo yo alcohólica». Por eso, hace ya más de treinta años volvió a Utaca para pedir ayuda. «Desde que empecé a ir dejé la bebida y estuve muchos años sobria, pero con la pandemia, como estaba sola, tuve miedo de recaer. Llamé a Manuel y, de nuevo, me ayudó. Ahora vengo dos veces al mes, aunque no he vuelto a beber».

Noches en vela

Con María se cruza en el centro Carlos, uno de los que llevan menos tiempo acudiendo. «Mi psicólogo me aconsejo venir porque soy adicto al móvil. Me di cuenta tras pasar noches enteras sin dormir por estar metido en Twitter o viendo vídeos de YouTube. En internet tienes un montón de estímulos», indica el hombre de 28 años.

La pandemia fue el desencadenante de su enganche al smartphone. «Me afectó porque yo soy una persona muy sociable y necesito, al menos, ver dos días a la semana a mis amigos», explica. «Me aconsejaron cortar por lo sano, pero de momento no soy capaz. Quiero dejarlo para hacer una vida normal», dice.

Desde su apertura, la entidad ha perdido la mitad del personal

Con la llegada de la pandemia, muchos exadictos flojearon. «Nese momento eu estaba atravesando unha gran depresión, xa que incluso pensei en quitarme a vida e grazas a esta xente non recaín e seguín en pé», indica Paula, que pide a las Administraciones «que non deixen morrer estes centros, son os nosos salvavidas». Porque cuando abrió Utaca contaban con dos psicólogos, un psiquiatra, dos trabajadores sociales y ahora son la mitad de persona