
Llovía sobre el 1 de enero, que esta vez nos salió un Año Nuevo remolón y dominguero
03 ene 2023 . Actualizado a las 05:00 h.Llovía la mañana de Año Nuevo. Llovía bien, como solo sabe llover en A Coruña. Llovía como manda el canon. Llovía con orden y talento, como aquel Superdépor de Arsenio. Si yo fuera presidente de Galicia mandaría grabar «orde e talento» en la bandera gallega, igual que los brasileños pusieron en la suya «ordem e progresso».
Llovía sobre los vivos y sobre los muertos. Llovía incluso sobre los muertos vivientes, ellas de largo y ellos de esmoquin, que cruzado el Rubicón del mediodía lo mismo volvían a casa en una especie de procesión zombi —demacrados, descalzos y balbuceando, como los eternos secundarios de Walking Dead— que hacían cola en las puertas del Pelícano para enganchar la verbena nocturna con la sesión vermú, en un vuelo sin escalas pero con mucho repostaje.
Llovía sobre el 1 de enero, que esta vez nos salió un Año Nuevo remolón y dominguero. Que el 1 de enero sea domingo es una redundancia que debería ser ilegalizada por el Supremo, el Constitucional o los cascos azules de la ONU. El 1 de enero llovía para ver si A Coruña se sacudía de encima la resaca de Nochevieja, pero sobre todo para borrar del mapa el domingo más domingo de todos los domingos. Cuando mi amigo Xurxo Chapela escribió aquello de «queres ser inmortal e logo non sabes que facer os domingos pola tarde» seguro que estaba pensando en estos domingos doblemente festivos más largos que una eternidad de ida y vuelta.
Llovía mansurrón el Año Nuevo y, cuando llegaba a Entrejardines para pillar el bus a Sabón, me crucé con un zombi de traje que me deseó, muy tajante, «feliz cumpleaños de la Tierra».
No sé de qué planeta venía, pero, para el viaje de regreso, se subió como yo al bus de Carballo.