
Aún faltan más de dos meses para las elecciones municipales y uno no puede asomar la nariz fuera del portal sin tropezarse con un candidato a la alcaldía
21 mar 2023 . Actualizado a las 05:00 h.Aún faltan más de dos meses para las elecciones municipales y uno no puede asomar la nariz fuera del portal sin tropezarse con un candidato a la alcaldía. A veces ni siquiera es imprescindible salir de casa. El otro día estaba yo abriendo una de las cajas de libros sin desembalar tras la mudanza y dentro, entre los Don Mikis y la Metafísica de Aristóteles, estaba agazapado un señor muy sonriente y dicharachero que decía que quería ser alcalde de A Coruña. Le comenté que para ser alcalde de esta ciudad hay que tener algo más de peso. Quizás no tanto como mi admirado Picadillo, que hundió en la depresión a aquel tipo que se presentó con su circo en María Pita con el título de hombre más gordo del mundo bajo el brazo, pero al menos cierto empaque, no sé, nombre de avenida o cara de óleo de la galería municipal.
Como no era el caso —era un aspirante insulso, un peso pluma cualquiera de la política local—, llamé al 010 y avisé para que vinieran a recogerlo por la noche los de la basura, junto a una silla coja y otros bultos inservibles que arrimé al contenedor de inorgánicos.
Lo malo, según me comentaron los de la recogida, es que estos especímenes se multiplican de la noche a la mañana y una vez que te aparece el primero en casa, te puede salir otro debajo de cualquier mueble:
—Son como las velutinas —describió, estoico, el jefe de cuadrilla.
No andaba desencaminado. Pero a mí, más que al bicho asiático, estos candidatos municipales que se clonan por las noches en algún polígono de las afueras me recuerdan a aquellos extraterrestres que salían de unas vainas en La invasión de los ladrones de cuerpos. Será por eso que hablan tanto de «la gente» en tercera persona, como si ellos no fuesen gente, sino alienígenas.