Glauber Senarega: «El género fantástico me permitía evadirme de la realidad cubana»
A CORUÑA
Nacido en La Habana y tras seis años en Moscú, presenta «El secreto de los milenios», novela que empezó a escribir a los 14
24 abr 2023 . Actualizado a las 13:03 h.Glauber Senarega Vázquez (La Habana, 1997) es alumno del Máster de Produción Xornalística e Audiovisual de la UDC que la Fundación Santiago Rey Fernández-Latorre coorganiza con la Fundación Amancio Ortega. Llegó a Galicia en el 2022, tras seis años en Moscú. Su sueño es llevar los textos de sus libros al cine, un sector al que se siente muy unido. Su padre es director de fotografía en Cuba; su madre, productora, y su padrino, director de cine. Los tres trabajaron en el premiado documental Los últimos gaiteiros de La Habana. Glauber presenta este lunes 24 (19.00 horas, Biblioteca de Durán Loriga) la reedición de un libro que empezó a escribir a los 14 años, El secreto de los milenios (Ilíada Ediciones). Se trata de una edición revisada del primer texto, que publicó en el 2018, una novela de género fantástico protagonizada por tres amigos que viven en la asfixiante La Habana hasta que un día, de pronto, viajan a otro mundo. Aquí descubren los vínculos que unen esta realidad con la de nuestro planeta a partir de los grandes misterios de la humanidad, desde el Triángulo de las Bermudas a las pirámides de Egipto. Dar con los porqués a estas conexiones será su forma de salvarse. Fan desde pequeño de la saga de Harry Potter de J. K. Rowling, el fantástico, dice, «es el género en el que más cómodo y libre me siento. Para mí, es como estar en casa». El único inconveniente que le encuentra es que «trasladar estas aventuras a un guion de cine resulta tremendamente caro», bromea.
—¿Con este argumento, hay quien podría pensar que era usted el que soñaba con salir de Cuba?
—Es cierto, el género fantástico me permitía evadirme de la realidad cubana. Lo empecé a escribir en el 2011, con 14. Siempre recuerdo la situación mal, desde que nací. Pero fue empeorando. Es una realidad muy complicada y la escritura era la única vía que tenía para escapar. Creo que siempre tuve ese deseo desde que tengo uso de razón, el de marchar.
—Y consiguió hacerlo. A Rusia.
—Viví seis años en Moscú. Fue la oportunidad que me salió para ir a estudiar fuera con una beca. Al acabar los estudios, trabajé allí, pero ahora la situación es terrible. Por eso me vine en octubre a España, aquí, a Galicia, en cuanto me salió la oportunidad.
—¿Qué pasó esos años en Rusia?
—Viví todo el proceso, todo el cambio. Cuando llegué en el 2015 se estaba genial. Era mi primera vez fuera de Cuba en mucho tiempo. Había venido a España, a Galicia, dos veces de vacaciones. De un pueblo de Ourense era un tatarabuelo mío y mis padres también tenían relaciones laborales con su comunidad. Algo parecido sucedió con Rusia. Mi familia también tuvo mucha relación con el país durante la época de la Unión Soviética.
—¿Es muy diferente el Moscú de hoy al del 2015?
—Cuando aterricé en Moscú, el cambio fue radical, como viajar a otro mundo. Es una ciudad preciosa, muy avanzada tecnológicamente. Pero, a medida que pasaban los años, comencé a sentir que el país se convertía lentamente en una dictadura. Fue como una especie de déjà vu. Había escapado de Cuba, de una dictadura, para caer en un lugar que se estaba convirtiendo en otra. El Moscú que dejé en otoño no tiene nada que ver con el que conocí. No hay libertad de expresión, en absoluto, y hay muchísima homofobia. Es como estar en una cárcel. Después de empezar la guerra, me sentía más atrapado en Moscú de lo que me sentía en Cuba. La gente no podía expresar libremente su opinión en una manifestación, se prohibieron las muestras de afecto entre personas del mismo sexo, las elecciones no eran honestas. En las últimas, en la región de Moscú, la mayoría de la gente no votó al partido de Putin, Rusia Unida, y sin embargo ganó. Todo el mundo sabe que fue una mentira.
—La guerra de Ucrania lo empeoró todo.
—Nadie se esperaba la invasión de Ucrania. Nadie creía que la situación escalara hacia ese punto, lo decía el propio Gobierno de Putin. Cuando estalló, las manifestaciones fueron brutalmente reprimidas. Y está el tema de las sanciones. Me parecen muy injustas. No están afectando a Putin, sino a la población rusa, que no tiene nada que ver con la decisión que tomó ese loco.
—¿Tiene amigos o conocidos allí?
—Sí, están en la misma situación que yo hace unos meses. Atrapados, se sienten como en una cárcel. Son reprimidos desde dentro, pero también están marginados desde fuera por las sanciones. Los que siguen allí es porque no han encontrado vías para irse.
—¿Cuáles son sus planes cuando termine el máster?
—En el ámbito literario, estoy centrado en otra novela, también fantástica, pero que transcurre en Galicia. Está muy vinculada con vuestra mitología. Después, sobre dónde me veo en el futuro, solo sé que no volveré ni a Cuba ni a Rusia. Y eso de que Rusia me traje algo muy bueno, poder hablar el ruso fluidamente.