De repente, terminabas viendo En busca del arca perdida en el cine Rex. Allí, contemplando látigos, serpientes y puñetazos en avionetas. Siendo un crío, lograbas la conexión total con la idea de aventura en la pantalla. Aquel cine de Santa Margarita era de los de aplausos, palomitas y ojos brillantes. Sufriría una progresiva degeneración, convirtiéndose en una sala X. A quien esté interesado en conocer o recordar, le recomiendo La sal, el estupendo libro de Sibila Freijo que recoge más de una sórdida escena localizada allí.
Aquello fue en 1981. Tres años después sería Indiana Jones y el templo maldito quien generaría la misma fascinación. O más. Esta la vi en el Alfonso Molina, en Os Mallos. Otra sala de proyección lejos del centro que recogía los filmes meses después de su estreno. Allí todos quisimos ser Tapón. Por eso cuando este año vimos a Ke Huy Quan, el actor que le vio vida, ganando el Óscar y fundiéndose en un abrazo con Harrison Ford viajamos emocionados a aquellas butacas. Las que posteriormente también acabarían contemplando porno hasta su cierre final. Hoy es un garaje y, al lado, un bar llamado Cinerama todavía recuerda el pasado.
Indiana Jones y la última cruzada se estrenó en 1989. Recuerdo ir al cine Colón (sí, lo llamábamos cine, no teatro) antes de acabar en el McBurger de enfrente. El local de hamburguesas ya no existe y el Colón solo proyecta cine en citas muy especiales. Respecto a Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal he de confesar que la vi directamente en deuvedé pillado en el Atlántico Vídeo. Y la nueva supongo que caerá este fin de semana en un centro comercial, la única opción en la ciudad en la actualidad. Lo que dudo es que en el futuro mis hijos recuerden dentro de 40 años en cuál de ellos estaban.