Joan Molina: «El arte, igual que la moda, actuó como una forma de evadirse a una realidad paralela»

m. carneiro A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA

Joan Molina, jefe de departamento de Pintura Gótica Española del Museo del Prado, inaugurará el ciclo de la Fundación Barrié
Joan Molina, jefe de departamento de Pintura Gótica Española del Museo del Prado, inaugurará el ciclo de la Fundación Barrié .

El jefe de departamento de Pintura Gótica Española del Museo del Prado abrirá el ciclo «Los fastos del gótico» organizado por la Fundación Barrié

02 nov 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Joan Molina (Girona, 1965) acude al clásico para ayudar a entender en su audacia y esplendor el arte gótico internacional, un sofisticado lenguaje que nace simultáneamente en distintas cortes europeas a finales del siglo XIV y este jueves (19.30 horas) ocupará la conferencia inaugural del ciclo «Los fastos del gótico», organizado por la Fundación Barrié en colaboración con los Amigos del Museo del Prado. «Acudo a una metáfora que acuñó Johan Huizinga en un libro magnífico, El otoño de la Edad Media, que la define como una época con olor a sangre y rosas en referencia a esos contrastes tan increíbles, entre la sangre de esa violencia y las rosas de esa sofisticación estética que se promueve», explica Molina, jefe de departamento de Pintura Gótica Española del Museo del Prado.

—Arrastra el cliché de época oscura pero alumbró como pocas.

—Creo que la edad más oscura es la nuestra. Solo hay que ver el paisaje que tenemos en torno a nosotros. La oscuridad mayor a nivel de barbarie es la del siglo XX y el XXI no se está quedando corto. ¡Esos estereotipos son tan alucinantes! El gótico internacional es de alguna manera la sublimación de todas o muchas de las tendencias que se habían desarrollado a lo largo de los siglos XIII y XIV, y su culminación.

«La Oración en el huerto con el donante Luis I de Orleans» (1405-1408), temple sobre tabla atribuido a Colart de Laon y conservado en el Museo del Prado
«La Oración en el huerto con el donante Luis I de Orleans» (1405-1408), temple sobre tabla atribuido a Colart de Laon y conservado en el Museo del Prado .

—Las catedrales teletransportaban al pueblo a la Jerusalén celeste. ¿También la pintura conducía a otra realidad virtual?

—Las pinturas tienen muchas funciones. Cultivar la memoria, crear mensajes propagandísticos y efectivamente transportarnos a espacios, sentimientos y emociones. Es el caso de muchas pinturas devocionales. Pero esta multifuncionalidad de las imágenes, que se da en todas las épocas, en el gótico internacional se concibe en unos ambientes cortesanos, en Francia, Londres o Milán, que son sofisticados, lujosos y cultos, porque lo son, pero al mismo tiempo se encuentran en un momento de crisis política y social, guerras, intrigas, asesinatos, una realidad tremenda y compleja. Y de alguna manera las formas artísticas, con su sofisticación, actúan como una forma de evasión, igual que la indumentaria, la moda, que fue increíblemente refinada, a una realidad paralela. Era una manera de crear una vida bella y agradable que hiciera frente a esa violencia extrema que vivían muchos de los que encargaban las obras.

—La potencia de las imágenes era muy superior a la actual.

—Nosotros vivimos en una cultura eminentemente visual donde una persona puede estar atropellada (y digo atropellada en el sentido más fiel de la palabra) por miles de imágenes en 24 horas. Solo hace falta que se ponga a ver la televisión y en un día recibirá más imágenes que un hombre, ya no de la Edad Media, sino de la época preindustrial, o sea, no hace tanto, en toda su vida. Las imágenes que había entonces eran muy impactantes. Lo sabía bien quien decoraba una catedral o una iglesia. Sabía que más allá del mensaje, esas imágenes tendrían un poder de fascinación, recuerdo y memoria.

—¿Qué caracteriza el gótico internacional?

—Son manifestaciones artísticas que juegan constantemente con el contraste, con las paradojas visuales, desde el realismo a la sofisticación más idealizada, desde la decoración extrema y suntuosa a aspectos muy bizarros. Es un arte muy sofisticado, un arte de corte, con unos códigos pensados para un público muy elitista y precisamente por eso expresa y culmina de alguna manera manifestaciones desarrolladas durante buena parte de la Edad Media. Y también es un arte muy poco conocido, pero indispensable para tener conciencia de cuáles son las bases de las conocidas revoluciones artísticas del siglo XV que se producen tanto en el norte de Europa con la pintura flamenca como en la propia Italia del Quattrocento. A principios del siglo XV la pintura que triunfaba en Florencia, que era el epicentro de la renovación artística, era pintura del gótico internacional, la más apreciada hasta bien entrado (pero muy, muy bien entrado) el siglo XV. Resulta paradigmático el caso de Pisanello, un maestro que triunfó en todas las cortes italianas y que no tenía nada de revolucionario cuatrocentista ni renacentista, sino más bien un autor muy, muy gótico.