El peluquero coruñés acaba de abrir su segundo salón
28 ene 2024 . Actualizado a las 12:58 h.Es una persona que transmite buen rollo. De las que cuenta alegrías y pasa de largo por las penas. «Tengo 61 años y estoy bien. No pienso dejarme llevar por la cifra de la edad. Todo está en la cabeza», comenta este empresario de peluquería que hace nada se casó. «Mi vida no cambió nada. Siempre le digo a Macu, mi mujer, que era feliz antes y lo soy ahora, lo que hago es compartir esa felicidad. Me casé por primera y única vez a los 61 años después de 17 años de noviazgo, porque nos conocimos una noche en el 2006», comenta sonriente Javier Mosteiro Rodríguez, propietario de Cavelicco. Le pregunto por la razón del nombre del negocio y aprovecha para descubrirme otras de su pasiones, el márketing, la publicidad y la sociología, que dice que estuvo a punto de estudiar. «El márketing lo veo como el arte sutil de separar a la gente de su dinero. Me apasiona este mundo. En Cavelicco quería jugar con las palabras cabello y cuerpo. No es un término real, pero la gente se quedó con él porque tiene un aire latino e italiano», analiza. Charlamos en la cervecería Alcalá de la calle Marina Nieto, esquina ronda de Outeiro, al lado de su segunda peluquería, que abrió hace unas semanas. La otra es de 1989 y está en la plaza Maestro Mateo. Pedimos dos cañas y nos ponen unas tapas de callos que vamos probando entre pregunta y respuesta.
Un mundo nuevo
Es coruñés de la calle Santo Tomás y siendo niño se instaló con la familia en Ramón y Cajal. Para Mosteiro A Coruña es todo. «Soy como un percebe, en la roca que nazco me quedo. En su día me ofrecieron cosas en Madrid, pero me gusta todo de aquí. No hay nada más bonito. Sus gentes, el clima, el Deportivo, Inditex, La Voz... Todo», comenta con pasión. Estudió en el colegio Concepción Arenal, después una FP de Electrónica en la antigua Laboral y a continuación un primer curso de Ingeniería Técnica de Telecomunicaciones en Alcalá de Henares. «Me di cuenta de que no era lo mío. Como desde los 16 años me cortaba el pelo a mí mismo y a mis amigos, me matriculé en la academia S.B. que había en la calle Noia. Siempre me atrajo la estética y hacer cosas con las manos y descubrí un nuevo mundo», reconoce. A partir de ahí, no dejó de trabajar y crecer. Me habla de sus inicios como colaborador del sector audiovisual en series como Al salir de clase o Mareas vivas. «A Mela Casal, la alcaldesa, le tenía que hacer el mismo peinado todos los días de rodaje. También hice moda con firmas como Caramelo. Peiné a Inés Sastre, Judith Mascó o Rosa María Sardá. También estuve con Luis Tosar en su primer trabajo cinematográfico, Ni en sueños. Después colaboré con una firma multinacional y viajé por todo el mundo formándome y formando. Me encantaba lo de aprender a vender un producto determinado», relata.
Noches en Os Belés
Su vida la ocupan la peluquería y la música. «Nunca fui al conservatorio y me arrepiento. Formé parte de coros y ahora estoy en un grupo de ultraveteranos que se llama The Cruze. Hacemos rock and roll nacional e internacional y estamos trabajando bastante bien. El sábado (por ayer) estamos en A Rúa. Cuando mi mujer me dice algo siempre le digo que esto venía de serie», comenta mientras apura la caña que nos sirvieron hace un rato. No es capaz de decirme cuál es su canción favorita, pero sí se lanza a dar un consejo a los nuevos profesionales: «Que se dejen de ver tutoriales de Youtube y de hacer másteres. Trabajo, trabajo, trabajo.... Hacer las cosas cientos de veces. Hay algunos que están más pendientes de estar ellos arreglados que de sus clientes. Y con el cliente hay que trabajar, que te tenga como peluquero de cabecera», sentencia. Dice que su principal virtud es escuchar y su defecto más destacado «no tener más voluntad». Así es Javier, que recuerda las noches que cantaba en Os Belés.