Mahler y los pequeños detalles

Hugo Álvarez Domínguez CRÍTICA MUSICAL

A CORUÑA

Imagen de archivo de la OSG
Imagen de archivo de la OSG EDUARDO PEREZ

Thomas Dausgaard dirigió a la OSG y el resultado fue canónico, al servicio del sonido y la capacidad de la orquesta

24 mar 2024 . Actualizado a las 13:44 h.

Cuando la mayoría de orquestas programan obras de corte litúrgico, la OSG se alejó de la tónica proponiendo la Sexta de Mahler. La cancelación del esperado Andrés Orozco-Estrada propició la llegada de Thomas Dausgaard, de menor renombre pero experimentado: su Mahler fue canónico, al servicio del sonido y la capacidad de la orquesta.

Desde el Allegro energico inicial Dausgaard ofreció sonido rotundo, sin renunciar a la claridad expositiva. Todo estuvo meditado y la construcción de cada movimiento fue lógica. Si en su apuesta por el sonido grande a veces la masa sonora resultó excesiva, la orquesta mostró sobresaliente rendimiento en todas sus secciones (riqueza tímbrica de la cuerda en el primer movimiento; seguridad aplastante del metal, especial mención a tubas y trompas a lo largo de toda la noche; una madera redonda; o el equilibrio de la percusión) resaltando la espectacularidad de una obra donde dialogan épica y lirismo.

Dausgaard cuidó los detalles, subrayó pequeñas inflexiones y se plegó a lo íntimo en los pasajes que lo permiten. El Andante moderato estremeció por exposición y desarrollo y fue el punto culminante de la versión: cuerdas y maderas (obligado citar a corno inglés, clarinete y flauta) hicieron magia. En una obra así, es complejo dibujar estos instantes y Dausgaard los clavó. En el Scherzo central gustaron los diálogos entre instrumentos. Del descomunal final destacó su progresión, aunque sobraron decibelios aquí y allá pese al nivel orquestal (imponente metal). Sobre la épica de la versión, a la que la orquesta respondió con presencia y afinación perfectas, gustó más el intimismo de los últimos compases que devolvieron a la esencia lírica de una partitura pesimista con recogimiento emocionante.

Dausgaard hace buen Mahler, tiene una gran orquesta enfrente y saca lo mejor de ella. Más allá de la impresionante (a veces excesiva pero siempre controlada) demostración de fuerza de los pasajes más épicos, buscó el detalle y derrochó lirismo en los pasajes más íntimos: también eso es la Trágica. Notable lectura.