Perros en edificios públicos de A Coruña: «Nos prohibieron entrar a votar, a pesar de que la ley lo permite»
A CORUÑA
Una vecina de Los Rosales cuestiona la aplicación de la norma de bienestar animal después de que un juez les negara el acceso al colegio electoral el 9J
22 jun 2024 . Actualizado a las 05:00 h.El 9 de junio Maite Prego bajó al centro cívico de Los Rosales, en A Coruña, con la idea de votar en las elecciones europeas. A su lado caminaba Charly, de 15 años, un perro menudo, de unos 6 kilos, compañero fiel desde el día que lo adoptó. No habían llegado al colegio electoral cuando varias personas salieron a su encuentro para advertirla de un contratiempo con el que nadie contaba. «“No nos dejan entrar”, me dijeron. Nos sorprendió porque hasta ese día nunca nos habían echado por ir con los perros. La gente es tolerante. Yo soy usuaria de la biblioteca municipal, que está en el mismo edificio, y jamás me dijeron nada, al contrario, cuando entró en vigor la ley varias personas vinieron a decírmelo. ¡Maite, ya la aprobaron! A nadie se le ocurre estar en una biblioteca con un perro ladrando, claro. Así que ya entré en plan activista», reconoce la mujer, que se declara defensora radical de los derechos de los animales y alerta del riesgo de «retroceder en conquistas».
«En Alemania e Inglaterra entran hasta en las panaderías. Un día mi hija vio a un San Bernardo ocupando un asiento en el bus. Es ilógico que les restrinjan la entrada», opina del rechazo que sintieron al llegar al lugar de la votación. «“Los perros no pueden entrar”, me dice un chico de la mesa. El resto, con cara de circunstancias. Le contesto que la ley de bienestar animal permite el acceso a edificios públicos, porque en bares, tiendas y restaurantes es cierto que pueden prohibirlo. Pero al momento ya viene un policía nacional, encantador, amabilísimo, con una hoja firmada por un magistrado del Tribunal Supremo, Miguel Colmenero Menéndez de Luarca, como presidente de la Junta Electoral Central, prohibiendo la entrada».
En el intercambio de razones entre unos y otros, una mujer que formaba parte de la mesa rompió una lanza por la recién llegada. «Yo llevaba gafas de sol y una muleta y ella interpretó que tenía una discapacidad visual y que el perro me servía de guía. Inmediatamente me quité las gafas y les dije que no, que no quería pasar yo y que no dejasen entrar al resto. Los demás estaban fuera protestando. En este barrio vivimos 20.000 personas y hay muchísimos perros», explica Maite Prego, que más allá de la interpretación del juez, que cuestiona, advierte que la orden, excepcional, debía colocarse en un lugar visible y no se hizo. «No estaba colgada. No enseñaron esa hoja. Fue una cuestión de una persona de la mesa, a la que no le deben de gustar los perros y protestó», lamenta.
En la resolución, el juez Colmenero estima que «ante la concurrencia de personas prevista en los colegios electorales, no debe admitirse el acceso de animales de compañía al interior de los locales», y ordena que la prohibición se «señalice de forma visible desde el exterior», conforme manda la ley.
«No podemos perder derechos que nos ha costado mucho conseguir porque este señor haga una interpretación, a mi juicio, equivocada. Esgrime concurrencia de personas. Para votar, porque a una manifestación o a una conferencia, sí podemos ir con ellos. ¿Cómo se entiende eso?», pregunta la mujer, que acaba apelando al sentido común y a la responsabilidad de los dueños. «En mi vida vi una aglomeración de personas en un colegio electoral, pero aunque así fuese, si yo viese a 20 perros dentro, lo más probable es que no entrara por si el mío se molestaba. Voy todos los días al centro cívico y nunca hubo un problema», resuelve.
Maite Trigo, que llama la atención sobre los avances en la regulación del acceso de los animales a los hospitales ante la evidencia de que producen mejoras claras en la salud de los pacientes —«muchos de ellos ancianos», apunta—, pone de relieve hitos en el tratamiento legal, como «las sentencias pioneras de la jueza Pilar de Lara contra los maltratadores o la reforma del Código Civil que ha permitido considerarlos jurídicamente seres sintientes, ya, y no cosas».