La millonaria inversión en el estadio, difícil de justificar solo con argumentos deportivos, adquiere más sentido al incluir la reforma del entorno y el uso del recinto para otros espectáculos
29 jun 2024 . Actualizado a las 05:00 h.No es fácil justificar una inversión de 101,8 millones de euros, que es lo que costará reformar el estadio municipal de Riazor para que sea sede del Mundial de Fútbol del 2030. Sobre todo cuando el 70 % de ese gasto se acometería con dinero público. Es decir, de nuestros bolsillos.
Desde el punto de vista deportivo parece aún más difícil de argumentar. Primero, porque el proyecto eleva la capacidad de Riazor de 32.000 a 48.000 espectadores y es complicado intuir cómo va a hacer el Real Club Deportivo, su principal usuario, para llenar el campo en cada partido, a riesgo de que las gradas se vean desangeladas. Y segundo, porque si lo que vamos a ver en Coruña en el 2030 es un Ucrania-Bolivia y un Irán-Honduras, pues vaya..., como que la inversión se nos queda un poco larga. Cierto que aún no sabemos cuántos partidos nos tocarían ni qué equipos, pero tenemos la referencia del Mundial de 1982, con tres encuentros en Riazor: Camerún-Polonia, Camerún-Perú y Polonia-Perú.
Es curioso, pero si algo puede justificar hoy semejante inversión es precisamente lo que no es fútbol. En el proyecto hay 13,7 millones para humanizar el entorno del estadio y conectar Manuel Murguía y la avenida de La Habana con el paseo marítimo. Toda esa zona es caótica y le vendrá de cine un plan que integre el conjunto y le dé sentido.
Además, la ampliación del estadio debería buscar la generación de ingresos. Un recinto de este tipo debe orientarse hoy a la celebración de conciertos y otros eventos que aseguren el retorno económico (véase el Bernabéu). Riazor multiplicará el aforo del Coliseum o de los muelles del puerto para que los espectáculos de la ciudad suban de nivel, y está bien que en estas claves estén nuestros gobernantes.