Julio, vecino de A Coruña de 51 años: «Las drogas destrozaron una parte de mi vida, casi pierdo a mi familia»
A CORUÑA

Comenzó fumando cannabis y acabó convirtiéndose en un adicto a la cocaína. Cuando tocó fondo recurrió a Aclad. «Fue mi salvavidas», dice el hombre que sufrió un infarto hace mes y medio
17 ago 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Empezó a consumir cannabis con solo 13 años. «Mi madre era alcohólica y adicta a los ansiolíticos, yo la cuidaba. Empecé a fumar porros por evadirme del mundo. Así me reía y tapaba los agujeros de mi vida. Nunca lo vi como un problema ni como algo peligroso», apunta Julio, que prefiere no revelar su apellido.
El hombre, que ahora tiene 51 años, pasó mas tarde a consumir cocaína. «Empecé con 17 años, primero de forma ocasional, cuando salía de fiesta. Era muy accesible, y aún lo es. Mis amigos de entonces también consumían y me pasó lo típico: pasé del yo controlo a acabar siendo un adicto», indica Julio, que nació en Ourense, pero desde pequeño vivió en A Coruña, primero en Oleiros.
La situación se agravó en la veintena. «Con 23 años salía siempre, todos los fines de semana y consumía. En el 2012 murió mi madre y caí en una depresión. Me encerré en mí mismo y para tapar el dolor fui consumiendo cada vez más», dice. En ese momento, Julio estaba casado. «Me casé a los 21 años y, después de fallecer mi madre, me divorcié. Fue una decisión conjunta porque toqué fondo y no podíamos seguir así. Me encerraba en casa en una habitación y me drogaba ahí. Mis hijas eran pequeñas, por lo que sabía que lo mejor era separarme», señala el hombre, que se mudó a Vigo.
«Tras el divorcio me quedé solo. Empecé a no asearme y a dejarme ir», detalla. «Fue mi exmujer, que es mi mejor amiga a día de hoy, la que decidió que tenía que contarle mi problema al resto de mi familia para que me ayudasen. Estaba desbocado», explica Julio. Así, su padre, junto a su hija pequeña, decidieron que lo mejor para él era que volviese a A Coruña. «Antes, en Vigo, empecé a ir a un centro, pero no me resultó de ayuda. Me hacían controles cada semana, pero no estaba centrado. Al final, tienes que tener claro que quieres dejar las drogas y tiene que ser en el momento justo», expone.
Ingreso en Aclad
De vuelta en la ciudad, en el 2020, se fue a vivir con su padre, que ahora tiene 80 años. «Estuve un par de años comprando cocaína. Todo lo que ganaba lo gastaba en drogas», dice Julio, que no trabaja, ya que tiene reconocida una incapacidad. «Mi padre es una persona mayor, pero a mí me sigue imponiendo como progenitor. Tenía muchas discusiones con él y finalmente busqué ayuda en internet. Así encontré a la Asociación Ciudadana de Lucha contra las Drogas (Aclad) y pedí mi primera cita. Fue mi salvavidas, son mi segunda casa. Estoy superagradecido, sobre todo a los terapeutas. Cuando estoy mal, aún a día de hoy, voy allí».
Durante los dos primeros años, no consiguió la abstinencia total. «Aguantaba tres meses sin consumir y recaía. Finalmente, decidí ingresar voluntariamente en la comunidad terapéutica que la asociación tiene en A Zapateira. Son tres meses, pero pedí estar tres más», dice el hombre, que tomó la decisión tras una visita al psiquiatra. «Nadie te puede obligar a ingresar en un centro, si tú no quieres, de nada vale. Fui con mi hija pequeña a consulta. Llevaba dos meses y medio sin consumir, pero me hicieron el control y di positivo. Recuerdo su cara de decepción. Se me encogió todo y pensé: “Por ellas tengo que parar”. Le dije a mi hija: “No te preocupes, voy a ingresar”.
Julio recuerda perfectamente la fecha en la que entró en la comunidad terapéutica. «Fue después de mi cumpleaños, en marzo del 2022». Desde entonces no ha vuelto a consumir. «Vivo día a día, no puedo decir que estoy curado», comenta Julio, que sufrió mucha ansiedad por la abstinencia. «Engordé mucho. Pasé de 73 kilos a casi cien. A nivel salud, las drogas te destrozan. Hace mes y medio tuve un infarto y estuve dos semanas en el Chuac. Soy consciente de que compré todas las papeletas para que me diese, pero estaba subiendo la montaña y fue como si me empujaran de nuevo para abajo», dice.
Ahora, se recupera gracias a la ayuda de su entorno. «Mis hijas me ayudaron muchísimo, también mi exmujer y mi padre. A los amigos los perdí por el camino, excepto a una que conservo desde niño. Las drogas destrozaron una parte de mi vida. Casi pierdo a mi hija mayor, pero por suerte después volvió a acercarse a mí. Ahora sigo en la lucha, los problemas no se van solos, pero estoy en ello», comenta el hombre, que en su tiempo libre, además de pasear y ver deporte, lee mucho. «Sobre todo libros motivacionales de autores como Victor Küppers. Ahora estoy con el último de Marian Rojas Estapé, muy buena psiquiatra y cercana. Hablamos al menos una vez al mes por correo contándole mis avances», dice.
Alerta de los riesgos
Julio dice que decidió compartir su caso para ilustrar que haypersonas detrás de las estadísticas. «La drogadicción es una enfermedad, pero aún mucha gente no la ve así, la considera un vicio y ya», comenta el hombre, que añade: «Me gustaría concienciar a los jóvenes de sus peligros, además ahora hay más información sobre drogas. Yo empecé de manera inocente y acabé en el pozo».