Olvidamos que este no es el primer verano de nuestra vida con un tiempo tan poco estable, no somos capaces de ubicar en el tiempo la anterior huelga de la basura ni cuándo fuimos al concierto de Texas en María Pita
28 ago 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Parece que hace meses, y todo es distinto e igual al mismo tiempo. Salí de una ciudad en situación de emergencia sanitaria, con mobiliario de todo tipo desperdigado por la calle, y volví con las aceras limpias y los contenedores vacíos. Atrás había quedado la huelga, pero permanecía esa sensación pegajosa y sucia que dejaban las semanas de basura acumulada. Será que acabábamos de dejar atrás algunos de los días más calurosos de este verano intermitente. Será que ocurre con las aceras lo mismo que con los armarios que acumulan humedad, con ese olor que se clava en la ropa y tarda lo indecible en desaparecer.
Menos mal (o tal vez no) que la memoria funciona como un sumidero bien mantenido, y los recuerdos se escurren rápidamente. Por eso olvidamos que este no es el primer verano de nuestra vida con un tiempo tan poco estable, o no somos capaces de ubicar en el tiempo la anterior huelga de la basura, ni cuándo fuimos al concierto de Texas en María Pita o los veranos que pasaron desde la última vez que bailamos en el Noroeste hasta que este mes de agosto cantamos Varre vasoira animados por las sobrinas que adoran a Fillas de Cassandra. Olvidamos el libro que nos compramos el año anterior en la Feria del Libro, y la charla sobre Vernon Subutex en la caseta de Komic de la edición pasada. Tal vez el próximo verano se me olvide también la conversación de este año, esta vez sobre Astérix, obsesionado como está el retaco con los irreductibles galos.
Lo curioso es que apenas hemos salido de la ciudad. Será entonces que todo es distinto en verano y la ciudad se va de sí misma y se vuelve otra cosa, con otra gente, otros hábitos, otros ritmos, otros acentos, otras medusas.