El operario amenazado por su compañero en A Coruña: «Canté una de Nino Bravo en el andamio y amenazó con tirarme»
A CORUÑA
El albañil intimidado por no parar de canturrear en la obra defiende su voz
06 sep 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Javier es un hombre que lleva toda la vida subido a los andamios. Es un hombre alegre, con gran sentido del humor y al que le gusta cantar. No para en todo el día. Le pega a todo. Ya sean reguetón, baladas románticas o clásicos gallegos. Así ameniza la jornada laboral. Dice que le relaja y se le pasa el día más rápido. Para este coruñés, «ir al trabajo con cara de muerto» no va con él. Pero con otros, sí, y hubo un día, el 15 de diciembre del 2022, que un compañero lo mandó callar. Se enfureció tanto que lo amenazó con cortarle la cuerda de vida que lo sujetaba al andamio si no paraba de cantar. A tres pisos de altura, con los arneses no se juega y el operario temió por su vida. Todo terminó «en un susto» y en el despido del hombre que lo intimidó.
Siendo como fue un hecho que de broma no tiene nada, el albañil se lo toma ahora de «cachondeo». Dice que «todo quedó en un susto» y que lo más importante es que aquel violento episodio a 10 metros de altura no lo apartó de la música. Hoy sigue cantando en el trabajo. Solo aquel día dejó de hacerlo porque por encima del arte está la vida.
Javier fue entrevistado ayer por Pablo Portabales en el programa Voces de A Coruña de Radio Voz. Y se ganó a los oyentes cantando como solo él sabe. Regaló a la audiencia las primeras estrofas de Libre, una de las melodías que encumbraron a Nino Bravo y, siempre en tono desenfadado, recordó lo que aquel día sucedió.
Tercer piso de altura
«Mi compañero estaba en el andamio cerca de mí a una altura de un tercer piso. Yo estaba en ese momento en la pausa del almuerzo con un bocadillo de calamares en la mano», cuenta. Entre bocado y bocado, cantaba. Hasta que dejó de hacerlo cuando el otro «cogió la sujeción de la cuerda de vida y amenazó con tirarme si no me callaba. Al ver que tenía la intención de hacerlo, tiré el bocadillo y salté a una ventana del edificio a la que me agarré con fuerza». También le dijo que le iba a dar «unas hostias».
La empresa no consintió actitud semejante y despidió de manera fulminante al compañero, que recurrió su cese ante el Juzgado de lo Social número 7 de A Coruña al entender que estaba haciendo uso de su libertad de expresión. El juez en primera instancia no lo vio así y sentenció que el despido disciplinario se realizó conforme a Derecho. El trabajador, no contento, recurrió ante la sala de lo Social del Tribunal Superior de Xustiza de Galicia, que tampoco le dio la razón.
Año y medio después de aquel episodio, el hombre no guarda rencor a la persona que lo amenazó con quitarle la vida.
En la sentencia de despido, la sala de lo Social del TSXG entiende que «el comportamiento del cesado, en las circunstancias en las que se produjo integra un incumplimiento muy grave de la buena fe contractual, aparte de una notoria ofensa, y la amenaza ya no solo velada, sino directa y real, ha provocado en el compañero, cuya integridad física estaba en sus manos, desazón, desasosiego y sensación de inseguridad notable, poniendo en riesgo su vida y contraviniendo una norma básica de convivencia, que comportará la ruptura de cualquier confianza respecto del despedido y la imposibilidad de que puedan trabajar en equipo en un futuro».
Despido procedente
El tribunal precisa también que «dentro de la empresa las reglas más elementales que rigen la convivencia tienen que ser fielmente observadas, por cuanto en ese ámbito el hombre, que se realiza mediante el trabajo, pasa la mayor parte de su existencia. Solo así podrá respetarse debidamente la dignidad de cada una de las personas que en la empresa se integran, respeto que es fundamento básico de la paz social».