Críos fumando cigarrillos de nuevo

Javier Becerra
Javier Becerra CRÓNICAS CORUÑESAS

A CORUÑA

MARCOS CREO

Tenía la sensación de que en la gente más joven el vicio más absurdo del mundo había decaído. Pero no

27 sep 2024 . Actualizado a las 13:30 h.

A lo mejor uno andaba despistado, pero tenía la sensación de que no solo se fumaba menos en la ciudad en general, sino que en la gente más joven el vicio más absurdo del mundo había decaído. Básicamente, no se veía a la chavalada fumando por la calle. Todo ello, en contraposición a otros tiempos en los que prácticamente uno de cada dos le daba al pitillo. Y con facilidades. Al lado de mi colegio, por ejemplo, había un quiosco que vendía cigarros sueltos. Ibas allí, repleto de acné y ganas de sentirte mayor con 14 años, pedías un pitillo, pagabas 10 pesetas... y a darle a la truja antes de clase. Tampoco había muchos problemas dentro. En los baños se fumaba con normalidad. Pero es que también había profes-chimenea, de esos que daban clase y consumían dos o tres Winston sin inmutarse. La cosa llegaba a imágenes hoy impensables: estar en el salón de actos viendo una película y despistarte porque la luz del cigarro del maestro brillaba en la oscuridad. Corrían los últimos días de los años 80.

Lo cierto es que, después de pensar que el tabaco estaba totalmente demodé entre los adolescentes, empecé a toparme con él de nuevo tras la pandemia. Toda la trangallada de los vapeadores y artilugios de quemar nicotina escondían una perversa puerta creada por la industria para captar a nuevas generaciones. Lo lograron. Son chicos que, en muchos casos, ya portan la cajetilla, tal y como se puede constatar en los parques y terrazas. Ahora llegan los que ya se inician como se hacía antes. Lo pensaba la semana pasada cuando en un callejón al lado de mi casa me encontré con unos críos de unos 13 años pasándose torpemente un cigarro, entre toses y caras de malotes. Algo me crujió por dentro al verlo. Una regresión a un momento que parecía (y debía ser) superado.