Cathy Van Riel, vecina de A Coruña: «No conozco otra cosa que no sea vivir con dolor. Siempre he vivido así»
A CORUÑA
A sus 67 años los parches de fentanilo son la última receta que le han dado para calmar sus molestias. Sufre artritis, artrosis y tendinopatía en la cadera y el hombro
06 oct 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Su historia es la de una persona que nunca ha vivido sin encontrarse mal. «No conozco otra cosa que no sea vivir con dolor, siempre he vivido así», dice Cathy Van Riel, que sufre artritis, artrosis y tendinopatía en la cadera y el hombro. La mujer, de 67 años y vecina de Adormideras (A Coruña), nació en Amberes (Bélgica). «Allí conocí a mi marido, coruñés, y me mudé aquí en el 86», explica. Juntos emprendieron un negocio que continúa su hijo. Porque su marido se retiró hace 8 años tras jubilarse, pero ella tuvo que hacerlo antes de tiempo. «En el 2005 me concedieron la incapacidad», relata.
Sus complicaciones de salud comenzaron cuando era pequeña. «Siempre tuve problemas de rodillas. Cuando tenía 5 años me querían operar, pero mis padres no quisieron. Entonces la medicina no estaba tan avanzada y tenían miedo de que me ocasionase un problema de crecimiento», detalla. Ya de adulta, la mujer pasó varias veces por quirófano. «He perdido la cuenta. La primera vez fue en el 98 cuando me rompí el menisco estando con mi hijo. Tuve tres intervenciones seguidas», expone Cathy. Desde entonces ha sumado muchas más. «En total de la rodilla llevo 15, otras 4 de los hombros, 2 de las manos y una del pie», expone la mujer que tiene 4 prótesis en las rodillas y 2 en los hombros. Su próxima visita al hospital será el día 10. «Me van a operar las manos, tengo el síndrome del túnel carpiano severo».
Su primer diagnóstico fue fibromialgia. «Luego lo retiraron y me diagnosticaron artritis reumatoide. Empecé por las manos, se me ponían los dedos azules de la inflamación», dice la mujer, que acude a nadar para mantenerse en forma. «Hago el esfuerzo, como voy al Club del Mar y me queda al lado de casa no tengo excusa. Luego, intento dar todos los días dos vueltas al barrio», expone Cathy, que se emociona al recordar que hubo una época en la que no podía casi caminar. «Comencé dando vueltas a la mesa de la cocina».
Positiva y luchadora
Su fortaleza deriva de su carácter. «Soy positiva, tengo ganas de luchar y además, los médicos me han apoyado siempre», expone. También es clave su marido. «Yo cocino, pero claro, él me da la vida. Hace todo lo demás en casa, lo que más le cuesta entender ahora es que los parches de fentanilo que me han dado para el dolor afectan al funcionamiento de mi cerebro», expone. A pesar de que ella intenta cocinar, precisa ayuda para labores básicas. «No puedo abrir un bote de tomate», dice Cathy, que añade: «Tienes que pasar por encima, no te puede dar vergüenza o hacer sentir mal el depender de otro, pero es inevitable pensar que si no puedo hacer algo tan simple sola, ¿cómo voy a hacer si me faltan mi marido y mi hijo?». De hecho, esa preocupación es también la de su pareja. «Me dijo el otro día: “Yo tengo que seguir moviéndome para estar bien y poder ayudarte”»
Para ella también es básico no esconder el dolor. «A la gente con la que convivimos hay que decirles: no puedo hacer esto. Los nietos son un buen analgésico. El mío sabe perfectamente mis limitaciones y se adapta. Sabe que abuela no puede jugar con él a correr, pero que puede hacerlo a otras cosas. Los niños lo normalizan». Sobre las pastillas que toma al día para sus patologías responde que «no importa el número, sino la cantidad de medicamento». «Tomo dos para la artritis, una la tengo que ir a buscar a la farmacia del Chuac. El tratamiento me ha provocado problemas en el corazón y me produce infecciones de orina frecuentes, pero me compensa porque gracias a eso he dejado de tener brotes. Llevo cuatro años sin ellos y antes los tenía cada cuatro meses. Las manos se me ponían azules de la inflamación», expone Cathy, que también toma píldoras para el corazón, para el colesterol, un protector de estomago y una pastilla para la circulación cerebral. «Y una para dormir, más los parches para el dolor», añade.
Activista
En fentanilo es lo último que le recetaron. «A la gente le digo que son parches de morfina porque hay mucho miedo con el fentanilo», dice Cathy, que añade que se lo prescribieron en mayo tras empezar con otros dolores «por todo el cuerpo». «Me rompí los agujeros de la trocante, el glúteo... No saben por qué es. Llega un momento que desconocen si es la artrosis, la artritis o qué. Lo que importa es que intentan ayudarme. En el 2016 empecé con estos problemas y me hicieron seis resonancias. Tras ver la última me llamaron para citarme urgentemente y fue cuando me los recetaron», expone Cathy, que es secretaria de la Liga Reumatolóxica Galega. «Me asocié un año después de que me concedieran la invalidez. Animo a quienes sufren alguna patología reumatológica a asociarse. Somos un cuarto de la población y juntos podemos hacer mucho», señala la mujer que recuerda que en octubre se celebra además el mes de las enfermedades reumáticas.
Cathy es además la representante de España en la Alianza Europea Para el Dolor, una red formada en el 2011 por 18 oenegés. «Me invitaron a hablar del dolor crónico en el Parlamento europeo, pero tuve que decir que no. Ya no estoy para esos viajes, pero me habría encantado ir. Me gusta ayudar», dice. Seguro que con su ejemplo anima a otros muchos a seguir luchando.
Mes de las enfermedades reumáticas
Desde la Liga Reumatolóxica Galega (LRG) trabajan para visibilizar estas dolencias. «Nos encontramos muy lejos de disponer de ayudas económicas suficientes para cubrir servicios necesarios como logopedia, terapia ocupacional o psicología. Nos disponemos de local», lamenta José González León, gerente de la entidad.
Tania Varela, logopeda de la LRG, denuncia que «la población infantil con este tipo de enfermedades vaga por espacios cedidos de forma provisionales, que muchas veces son almacenes».