El acusado de matar a Mónica Marcos, la panadera de O Birloque, en A Coruña: «Pido perdón, me drogaba y bebía»

A CORUÑA

ANGEL MANSO

José Ramón Guerreiro se reconoció culpable, pero achaca el apuñalamiento a sus problemas mentales y al hecho de que tomaba fentanilo para el dolor. La fiscala y la acusación particular descartan cualquier patología psiquiátrica en el procesado, al contrario de lo que dice su defensa

15 oct 2024 . Actualizado a las 16:31 h.

Cuando el hijo de Mónica Marcos regresó a casa a la 1 de la madrugada del 14 de septiembre del 2021 no vio nada extraño a simple vista. Hasta que fue al cuarto de baño y se encontró escrito con barra de labios en el espejo la frase: «Yo no soy malo». El corazón le dio un vuelco. Sabía que las cosas no andaban nada bien entre su madre y el hombre con el que había iniciado una relación meses atrás. El joven la buscó por casa y la encontró muerta. Así lo relató el abogado de la acusación particular ante el jurado popular durante la primera sesión del juicio que comenzó esta mañana en la Audiencia Provincial.

Para este letrado, como para la fiscal, José Ramón Guerreiro, «es un celópata» que ya había sido denunciado por malos tratos por una pareja anterior en Canarias. Las acusaciones insisten en que el acusado no tiene patologías psiquiátricas y que debe ser condenado a 25 años como autor de un delito de asesinato con el agravante de parentesco y género.

La fiscala pidió al jurado que lo declaren culpable. Dijo que aquella noche se enfureció porque la víctima quería romper con él y le asestó varias puñaladas.

La defensa no niega que su cliente mató a Mónica, pero dice que lo hizo en un momento de profunda crisis mental, con intentos de suicidio incluso y pide que su cliente sea declarado inocente por la eximente completa de enajenación.

Tras el turno de las acusaciones y la defensa, llegó el momento de la declaración del acusado. José Ramón Guerreiro se sentó frente al tribunal y se echó a llorar. Y no paró de sollozar hasta el final, cuando pidió perdón. Solo respondió a las preguntas de su abogado. Primero relató una infancia horrible. Un episodio lo marcó. Cuando tenía 3 años, jugando con cerillas en una habitación, provocó un incendio en el que falleció su hermano, que solo era un bebé. Estudió hasta los 12 años y a esa edad conoció a Mónica, cuando iba a ayudar a la panadería de su padre. «Empecé a drogarme, tanto con heroína como con cocaína», reconoció.

A los 18 se mudó a Canarias. Tuvo varias parejas y tres hijos. Meses antes del crimen contactó con la víctima por redes sociales y en junio del 2021 regresó a A Coruña. En un principio, solo para pasar con Mónica una semana. Pero transcurrido ese tiempo, decidió quedarse. Ella lo acogió en casa. «Yo ponía parches de fentanilo para calmar el dolor por una lesión que me incapacita para el trabajo. Además seguía drogándome y bebiendo», dijo. La víspera del crimen discutieron. Y el día que la mató se pasó el día bebiendo. Cuando su abogado le preguntó qué recordaba de las puñaladas, volvió a llorar y no contestó.