Lucía Barcia: «Desde que tuve el cáncer, es como si les leyera la mente a mis pacientes»
A CORUÑA
La psicooncóloga explica que ahora «las entiende mucho mejor»
20 oct 2024 . Actualizado a las 05:00 h.El testimonio de Lucía Barcia (Ferrol, 1968) tiene un valor incalculable. Ella pasó por un cáncer de mama al mismo tiempo que ayudaba a sus pacientes a afrontar la enfermedad como psicóloga de la Asociación Contra el Cáncer de A Coruña.
—Lleva treinta años acompañando a cientos de mujeres. ¿Vivirlo en primera persona fue un golpe duro para usted?
—Sí. Lo primero que pensé fue en mis hijos y en cómo decírselo a mi madre. Lo peor a lo que nos enfrentamos todos los pacientes es cómo se lo vas a decir a tus seres queridos.
—¿Qué hizo cuando tuvo la confirmación final?
—Cogí la única peluca de pelo rizado que había en la asociación y le puse un papelito que decía: «Reservado Lucía».
—Tenía claro lo que iba a pasar...
—En esos momentos no sabes cómo va a ser el proceso. Puede ser como a mí, que de lo malo me tocó lo mejor, o que te toque la batería completa: quimioterapia, radioterapia, tratamiento hormonal y cirugía.
—¿Su formación como psicóloga le ayudó a enfrentarse al cáncer de forma diferente?
—Creo que sí. Todo lo que le digo a mis pacientes lo cumplo. Utilizo los mismos recursos que les propongo a ellas. Y procuro no obsesionarme con los resultados de las revisiones. Soy consciente de que esto puede volver. La parte más dura es cuando regresa una persona que fue paciente tuya hace quince años.
—¿Cambió su enfoque al tratar con las pacientes?
—Ahora me cuesta a veces decirles «tienes que pensar en ti», porque sé lo difícil que es. Vivir la enfermedad desde los dos lados, como profesional y paciente, te da el plus de la experiencia. Hay cosas que antes yo podía vislumbrar, pero no entender como las entiendo ahora.
—Póngame un ejemplo.
—Es como si no te conocieras. Cuando ellas me dicen «siento que no soy yo». Eso lo tenía memorizado porque son los efectos del tratamiento hormonal, pero experimentarlo no tiene nada que ver. Ahora entiendo a mis pacientes mucho mejor.
—¿Qué efectos tiene el tratamiento hormonal?
—La falta de memoria y de concentración, que te cuesta mucho más leer un libro... En mi caso fue también la inseguridad. Mire, porque me daba vergüenza ponerme a llorar en la pescadería, pero lo hubiese hecho con una cosa tan tonta como no saber qué voy a comprar. Tener veinte personas delante de mí y estar totalmente indecisa. Yo, que siempre fui una persona muy segura... Me daba la llorera con las cosas más normales. Mis compañeras me dicen: «Estabas desconocida. Es como si no fueras tú».
—Y eso que usted sabía cómo gestionar todas esas emociones.
—Por eso le digo que ahora las entiendo de una manera total. Imagínese lo que le puede pasar a una persona que no tiene ninguna herramienta. Los efectos secundarios de la quimioterapia los conocemos casi todos, pero de la hormonoterapia no te habla nadie. Y, para algunas mujeres, es casi más devastador.
—¿Qué escucha en su consulta?
—Estoy deprimida, no sé qué me pasa, tengo ganas de llorar todo el tiempo, estoy irritable... Les pregunto si están tomando tratamiento hormonal y la respuesta casi siempre es sí. Y ahí ya les explico que se acaba pasando, que se trata de dejar pasar el tiempo y que el cuerpo se acomode a eso.
—¿Se ha vuelto más empática?
—Nunca les pido nada a mis pacientes que yo no haya intentando antes. Sé lo difícil que es, porque he pasado por eso. Quizás no lo estoy haciendo mejor que antes de tener el cáncer, pero lo que sí siento es que las entiendo mejor.
—Su trabajo tiene igual calidad pero es más consciente de todo.
—Sí, y ellas se sienten mucho más reflejadas en lo que digo. Como si yo adivinara lo que ellas piensan. A veces me dicen: «¡Es como si me leyeras la mente!». No es que te lea, es que yo ya he estado ahí [sonríe].
«Prohibiría las frases ''es como una gripe'' y ''el pelo no importa, ya te crecerá''»
Ironías de la vida, a Lucía Barcia le tocó recorrer la provincia de A Coruña para fomentar la participación en los primeros cribados de cáncer de mama en Galicia. «Quién me iba a decir a mí que, años después, ese mismo programa era el que me iba a salvar la vida», explica la psicooncóloga.
—¿Cómo fue su proceso al enterarse de su diagnóstico?
—Precisamente, me lo detectaron en mi primer control de cribado de cáncer de mama.
—¿No lo vio venir?
—Yo no había notado nada, pero tampoco me cogió de sorpresa porque conozco el procedimiento. Cuando me avisaron para realizar una prueba complementaria, ya di por hecho que lo tenía.
—Eso fue hace seis años.
—Salí de hacer la biopsia y llamé directamente a la oncóloga Laura de Paz para decirle: «¡Pues ya tienes una paciente más!».
—¿Qué le diría a quien esté empezando a lidiar con un cáncer?
—Que pidan ayuda y que no caigan en la esclavitud del positivismo.
—El «tienes que ser fuerte».
—Unos días podrás ser fuerte y otros no. Céntrate en lo que tienes y no en lo que te falta. Antes, cuando ibas a trabajar, ¿podías tomarte un café con tu amiga a las once de la mañana?
—¿Qué frases prohibiría?
—«El cáncer ahora es como una gripe», o «el pelo no importa, ya crecerá». Si a la persona le supone un problema, no lo minimices. ¡Y no somos guerreras! A veces, es mejor no decir nada. Llega con escuchar, acompañar, apretar la mano y estar ahí.
—¿Qué le ha dado la asociación?
—Las primeras personas que conocí aquí me enseñaron que no puedes perder ni un minuto de tu vida. Que a lo mejor hoy sales de tu casa y no vuelves. Que no le dejes de decir las cosas bonitas a la gente. A mí, esta asociación, me enseñó a vivir.