Alba Balsa, presidenta de Distrito Mallos de A Coruña: «En nuestro Samaín participan más de mil personas de toda la ciudad»

Fernando Molezún A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA

EDUARDO PEREZ

En Os Mallos celebran el 31 de octubre batiendo cada año el récord de visitantes

21 oct 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Alba Balsa (A Coruña, 1978), es una comerciante guerrillera. No en vano fue una de las partícipes de aquella Guerrilla dos Mallos que intentó dinamizar la vida del barrio con un sinfín de acciones. Ahora, desde la presidencia de Distrito Mallos, Centro Comercial Aberto, sigue luchando por darle luz a las calles. Y lo hace con iniciativas como la celebración del Samaín, una ruta de truco o trato por los comercios del barrio que se ha convertido en todo un multitudinario referente al que acuden cada 31 de octubre gentes de todas las zonas de la ciudad.

—¿Cómo se inició en el barrio este fenómeno del Samaín?

—La primera ruta fue en el 2015. Surgió de unas madres del barrio que propusieron a unos negocios dejarles unos caramelos para hacer algo en Halloween con los niños. Fue un éxito, vimos que ahí había una posibilidad de que se acercasen al pequeño comercio y al año siguiente ya le dimos la forma de Samaín, que nos parecía más nuestro.

—En esa segunda edición ya estaban los comercios detrás.

—Sí, ya fue algo más organizado, con los mapas y los sellos para ir cubriéndolos y con la colaboración de una empresa de animación infantil que había en la zona. Pero la cosa fue creciendo sin parar hasta ahora, y no hay año que no desbordemos las mejores previsiones.

—¿Cuánta gente participa?

—El año pasado repartimos unos 800 mapas, pero a esos hay que sumarles un montón de niños que no pudieron hacerse con el mapa y que participan igual. Y a eso añádele también los padres de los más pequeños, que van con ellos. Al final calcula unas 1.200 personas participando en nuestro Samaín.

—Eso quiere decir que viene gente de otros barrios.

—Claro, viene gente de todos lados. Es que hay muy buen ambiente. Los comercios se vuelcan, decoran los escaparates —que ya nos hemos llevado algún premio del concurso que organiza el Ayuntamiento—, se disfrazan cada vez más... De hecho es muy simpático ver cómo alguno, que tiene negocios tan serios como una joyería, llegado el Samaín se pone un gorro y los pelos hacia arriba y se deja llevar.

—¿Se traduce eso en ventas?

—Ese día, justamente, no vendemos nada [ríe]. Pero es algo muy nuestro y que a la larga dejará en las nuevas generaciones un buen sabor de lo que es comercio del barrio. Cuando se preparan las rutas, los niños ya van identificando que esta tienda está aquí y esa otra más para allá. Y eso que tenemos un barrio muy grande, que con el mapa tienen que ir desde una tienda de la avenida de Arteixo hasta otra que está por San Pedro de Mezonzo. Es fundamental que relacionen al pequeño comercio con algo positivo, divertido.

—Hay que proteger y potenciar al pequeño comercio.

—Todo depende del modelo de ciudad que queramos tener. Si hay comercio, los niños, en su camino al colegio, tendrán una ruta segura, iluminada, atendida, con gente. Y las personas mayores tienen en nosotros su espacio de relacionarse. Al final, nos cuidamos entre nosotros. Eso lo comprobamos en la pandemia. La red de comercios del barrio se tradujo en calidad de vida. No había que hacer grandes desplazamientos para encontrar de todo. Las fruterías te subían los pedidos a casa de manera segura, le subían la comida a los mayores... Por eso las instituciones deberían de hacer un poquito más para apoyarnos y conservarnos. Al igual que nosotros tenemos que hacer una reflexión y ver cómo podemos renovarnos, modernizarnos, llegar a más gente y, sobre todo, cómo podemos asegurar que haya un relevo generacional en los negocios.

—El fin de semana siguiente al Samaín, el domingo 10 de noviembre, en la plaza del mercado de la Sardiñeira, continúan la fiesta con el Mallosto.

—También queríamos celebrar la otra fiesta tradicional del otoño, el magosto, pero a nuestro estilo. Es una feria de mercado, pero que por la tarde tendrá mucha dedicación a los niños. Tendremos sesión vermú, food trucks, castañas y premios como las entradas para los escape rooms de Ocio ImpAct y otros regalos.

«Recibimos el proyecto de la Intermodal con una mezcla de ilusión y temor»

El barrio de los Mallos se verá transformado radicalmente con la llegada de la Intermodal a San Cristóbal, algo que afectará de lleno al comercio.

—¿Cómo reciben las obras de la Intermodal?

—Es una mezcla de ilusión y temor. Más que nada porque todavía desconocemos cómo van a quedar muchas cosas. Lo que está claro es que va a ser un revulsivo para el barrio. Ya se empieza a notar, con varias reformas que se están haciendo en las casas racionalistas. Creemos que será beneficioso para el pequeño comercio, pero eso no quita que nos de algo de miedo que podamos convertirnos en un barrio lleno de alquileres turísticos, cuando lo que queremos son familias. Que no pasa nada por tener algún piso destinado al turismo, pero yo preferiría que hubiese un hotel, con gente trabajando todo el año. Lo que sí sería interesante es revitalizar los pisos para estudiantes, que siempre tuvieron mucha presencia. Pero, por supuesto, abrazamos el proyecto de la Intermodal con mucha ilusión. Eso sí, si llegada la hora hay que protestar por algo, lo haremos [ríe].

—Llevan diez meses sin el párking de la ronda de Outeiro, después del incendio.

—Lo notamos muchísimo. Muchos comercios tenían los bonos del párking, y en un barrio donde el aparcamiento es algo muy complicado, porque las viviendas son viejas y no tienen garaje, es algo muy necesario. No sé qué solución tendrá para poder sacarlo adelante y que vuelva a funcionar, pero es una de las cosas fundamentales que le faltan al barrio para ser completo. Y a nosotros, como comerciantes, nos afecta especialmente. Porque en eso sí que no podemos competir con los centros comerciales.