Ancas de rana, samba y juegos de palabras, así eran los anuncios ochenteros en La Voz
![Carlos Portolés](https://img.lavdg.com/sc/hjHyRaFfzXmxFor-RuFoXtOiyJ4=/75x75/perfiles/1667492520733/1690803145750_thumb.jpg)
A CORUÑA
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Las campañas publicitarias de hace cuatro décadas son como una ventanilla a la sociedad coruñesa de entonces
28 oct 2024 . Actualizado a las 05:00 h.El 11 de febrero de 1986, el legendario Chaston, piedra angular de la vida nocturna coruñesa, pone un anuncio en La Voz de Galicia. «Revive las calientes noches locas del Brasil. Buffet y Samba hasta la madrugada. Gran noite da Samba». Se brindaría luego con Codorníu. Hoy, solo queda de aquella velada ochentera un leve rastro gráfico durmiendo en las hemerotecas de este periódico. Para eso sirven los archivos. Para dejar abierta un ventanilla al pasado y que, después de muchos febreros —y La Voz los tiene todos ordenaditos desde 1882 en adelante— alguien, incluso alguien que no estaba vivo en aquel entonces, pueda asomarse y hacerse un boceto mental de cómo era todo tiempo atrás.
A lo mejor a usted, que está leyendo esto, se le acaba de iluminar la bombilla. Se le han sacudido las telarañas de un recuerdo lejano que creía enterrado. «Anda leches, ¡si yo estuve en la Gran noite da samba del Chaston!». Y seguro que se lo pasó muy bien. Y seguro que brindó con Codorníu. En las Grandes noites da samba se brinda con Codorníu.
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Eran los anuncios ochenteros muy distintos a los de ahora. Algunos, verdaderas obras de arte, con unas ilustraciones dignas del mejor tebeo de Ibáñez. Otros, más funcionales, no eran ni más ni menos que el reflejo de la sociedad de entonces. El toro de Osborne recortado sobre el atardecer de una colina, por ejemplo. «Pura casta» era el eslogan. O el Chivas Regal, que con la Semana Santa asomando el hocico tiraba de ingenio. «Si estas vacaciones se queda sin Chivas, le harán la pascua».
También cultivaban mucho los creativos publicitarios el chascarrillo. Y había de todo. Tenían su espacio la bromilla fácil y el enrevesado juego de palabras. Como esa tienda de colchones que, en un alarde contorsión lingüística, lanza una campaña que reza —atención porque parece una colaboración entre Allan Poe y Gila—: «Los asesinatos preciosos. Preciosos porque son un sistemático y cruel exterminio de precios. Cada precio es un crimen».
Pero el de los colchones no fue el único sector que abrazó lo tétrico en su empeño por convencer al cliente de que se rascara el bolsillo. «Venga a vivir hoy a Orillamar... mañana puede ser tarde», le espetaba a los lectores un aviso —o advertencia—. Se refería, aclara más abajo, a que quedaban pocas viviendas disponibles. Pero el fraseo, de primeras, impacta. Eso es incontestable. No se sabe si es una sugerencia o una orden.
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También topa uno, buceando en la pecera casi infinita del márketing de antaño, con resquicios de rincones de la ciudad ya extintos. Ahí está el curioso cartel del Bitter, que anunciaba a bombo y platillo su inauguración. «Platos combinados. Excelente bodega de vino y champanes». Pero es otra cosa lo que roba la atención. Una rana pace tranquilamente en la composición y, bajo ella, sacan pecho los anunciantes: «Especialistas en ancas de rana». Una receta que hoy, aunque sigue presente en algunas cartas patrias que resisten, no es ni mucho menos un habitual en la oferta gastronómica.
No faltan tampoco los lugares de siempre. Los negocios que llevan coloreándose en el callejero de A Coruña desde hace décadas. La lotería La Favorita, local del que han salido no pocas alegrías en forma de décimo premiado —con el consiguiente descorchar de un champán, Codorníu o de cualquier otra clase— tenía un simpatiquísimo lema que era, además, un poco verdad. «Lotería La Favorita, hace millonarios a sus clientes».
Coches, bancos, bombillas, consultas médicas y hasta tiendas de artículos de esquí. Era un mosaico de lo más variopinto el que dibujaba la sección de anuncios de La Voz de Galicia. Pequeños retazos de la vida de ayer que muestran la viveza que tenía hace cuatro décadas este rincón del mundo. Era otra época, y los anuncios eran otros. Se llevaban las hombreras y las Ray Ban de Top Gun.