Cientos de coruñeses llenaron los cementerios, que mostraban sus lápidas engalanadas. La Coral El Eco ambientó la ofrenda en San Amaro
02 nov 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Se veía este viernes más serenidad que lágrimas en el cementerio de San Amaro. Familias al completo paseaban entre los nichos, las lápidas y las flores, que moteaban de color el paisaje a la vez festivo y nostálgico que le es propio al día de Todos los Santos. Este sábado, Fieles Difuntos, seguramente volverá a pasearse la tristeza.
«Re-cuer-do de tus a-mi-gos», leía una niña en voz alta frente a una tumba y de la mano de sus padres. Algunos pequeños descubrían boquiabiertos los mausoleos imponentes y ornamentados con esculturas.
«Nosotros ya vinimos ayer a dejar las flores. Hoy hemos venido a pasear. Es un lugar muy bonito que tiene a escritores importantes enterrados», cuenta Pilar Gutiérrez Tenreiro, una mujer que tiene en San Amaro a muchos seres queridos. «Incluso mi abuelo está aquí».
Flores para Flórez
Al despuntar el mediodía eran docenas los que se agolpaban en la avenida principal del camposanto para presenciar el tradicional homenaje organizado por el Ayuntamiento, que fue presidido por el Teniente de Alcaldesa José Manuel Lage, escoltado por Miguel Lorenzo y Francisco Jorquera, portavoces del Partido Popular y del BNG respectivamente y acompañado por varios miembros del gobierno municipal. «Máis que un camposanto, San Amaro é un mapa histórico», apuntaba (y atinaba) Lage.
Y protagonistas fueron tres figuras históricas, literarias y coruñesas que descansan entre los muros del recinto. Wenceslao Fernández Flórez —cuya muerte cumplirá pronto las seis décadas—, Leandro Carré Alvarellos y Ánxel Casal —fundadores de la editorial Lar—. Recibieron todos ellos ofrendas florales en su lugar de sepelio. Coronas bandeadas por el blanco y el celeste de esta tierra.
Aportó a la reunión un aderezo musical la breve pero conmovedora actuación de la Coral Polifónica El Eco, que «polos camiños de Cangas» cantó el abandono de María Soliña.
Alrededor, regaderas azules alimentaban los ramos de recuerdo. «Nos han dicho que estas flores duran hasta ocho días», comenta una mujer. «Ya pueden durar, que nos han costado 30 euros», le responde su acompañante.
También el resto de los cementerios coruñeses acogieron visitas. En el de Oza se respiraba un ambiente más tranquilo, más delicado, más recogido. Un puñado de siluetas humanas merodeaban en silencio. Es todo como cualquier otro día solo que «con más gente», explica Augusto Botana, que trabaja en el mantenimiento del sitio. «Ayer fue el día más concurrido. Al coincidir un puente, la gente intenta venir antes para luego poder marcharse a algún sitio». Hay personas que requieren su ayuda. No es fácil localizar un nombre concreto entre el mar de nichos. «Gente que viene solo este día viene a pedirnos que les ayudemos a encontrar una tumba concreta». También se asiste a los que, por edad o impedimento físico, no pueden trepar la escalera para adornar las bóvedas de más altura. «Es algo de humanidad básica. A una persona mayor no le dejas subirse a la escalera cuando a ti no te cuesta nada subir por ellos», concluye Botana.
Mari Carmen Naya está esperando en la puerta a su prima. Cuando llegue, irán juntas a dejar flores. Sus preferidas son las rosas, pero a veces ponen también claveles. Dos lagrimones rasgan sus ojos mientras rememora. «Vengo todas las semanas. Toda mi familia desde 1890 en adelante está aquí. Hay quien deja flores de plástico, pero yo nunca. Porque yo preferiría no tener flores a tener flores de plástico», relata. Uno se acuerda siempre de los muertos que le importan. Solo que en estas fechas las memorias parecen rajar o abrazar un poco más.
Como hai cen anos
A Real Academia Galega rescatou unhas fotografías que amosan como se vivían estas datas hai xusto un século. Nelas vese o pouco que mudaron os costumes no cemiterio de Santo Amaro neste longo tempo. Unha multitude, coma a de onte, acudía para presentar os seus respectos, ofrendas e bágoas aos seus mortos. foto Arquivo da RAG