Felipe Cotelo: «Cuando empecé a perder visión el teatro me salvó, me hizo volver a vivir»

FErnando Molezún A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA

EDUARDO PEREZ

Estrena en la ONCE «Pervertimento», dentro del Festival de Teatro Valacar

18 nov 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

La sede de la ONCE en el Cantón vuelve a acoger el Festival de Teatro Valacar, una cita que tiene como protagonista al grupo que da nombre al evento, que la semana pasada volvió a interpretar Gran Teatro Natural de Oklahoma —texto que ya habían abordado el año pasado—, y esta y la que viene estrenan Pervertimento, también del dramaturgo Sanchís Sinisterra. Las funciones son este jueves, viernes y sábado, y los de la próxima semana, a las 20.30 horas. Para entrar basta con mostrar en la taquilla un cupón del sorteo de la ONCE del día de la representación. En este singular grupo de teatro milita desde hace años el actor Felipe Cotelo (A Coruña, 1965).

—¿Cómo se metió en Valacar?

—El teatro me ha gustado siempre, pero como simple espectador. Y allá por 1996 me afilié a la ONCE porque tenía una enfermedad degenerativa e iba perdiendo vista poco a poco. Ahora no veo nada, pero en aquel entonces veía algo, poco, pero me defendía. Me empezaron a enseñar todos los servicios que tenía la ONCE y me animaron con esto del teatro. Es una actividad que llena mucho, te obliga a socializar. Y yo en entonces me estaba aislando mucho, me estaba quedando atrás. Dejé de seguir el ritmo de la vida. Y en el teatro me encontré con una gente muy tola [ríe].

—¿No tenía ninguna experiencia teatral previa?

—Solo como espectador. Y tampoco te creas que era un fanático. Al final tengo que darle las gracias a la ceguera por haberme descubierto el teatro. Fui a ver el primer ensayo y resulta que tenían una función en O Burgo un par de días después y que uno de los actores estaba de baja. Así que no me dieron tregua, me metieron y me dijeron: «Tú te vienes». Me dieron un papel de cura borracho que, afortunadamente, apenas tenía texto. Pero a partir de ahí fui metiéndome más... Y hasta ahora.

—Y son ya unos cuantos años...

—Es que me fue enganchando. Además es que lo necesitaba. La falta de visión , al menos en mi caso, me hizo retraerme, meterme en una concha y no querer salir. Pero en Valcar me encontré con gente con ganas de hacer cosas, gente que veía menos que yo y que llevaba una vida mucho más plena, que hacía de todo. Fue una vía de escape para mi.

—Supuso un cambio importante en su vida.

—Fue salir de un foso en el que me había ido cayendo. Mi vida se limitaba a ir de casa al trabajo y vuelta. Había dejado de salir con los amigos, porque tropezaba, tenía la sensación de ser un coñazo, y no quería eso. Era cosa mía, que mis amigos nunca me dejaron atrás, pero me iba hundiendo cada vez más y quedándome cada vez más solo. El teatro fue para mi una salvación, me hizo volver a vivir. A raíz de eso volví a hacer cosas como viajar, conocer gente... Eso, vivir. Hay una frase que dice que con el teatro vives más, porque vives muchas vidas diferentes. En mi caso va más allá, es una verdad literal.

—Se les ve actuar con una naturalidad enorme, pero desde fuera sigue asombrando mucho una compañía con actores ciegos.

—Lo entiendo, pero es todo más sencillo. En escena eres un personaje, y este no es ciego. Así que tienes que comportarte como tal. Todo es cuestión de ensayo, de entrenar. Lo haces sobre el escenario, los movimientos, los de tus compañeros, las posiciones de cada uno... El escenario tiene que llegar a ser como tu casa. Yo vivo solo, y en casa no me muevo con bastón. La conozco perfectamente. Pues el escenario, igual.

—Me reconocerá que lo tienen más complicado que un vidente.

—La vida de una persona que ve poco o que no ve nada es muy fastidiada porque todo te cuesta más: moverte, ir a cualquier lugar, escribir... Y hacer una obra de teatro, claro. Lo único que puedes hacer es insistir más, ser más pesado y trabajar mucho.

—El director de la compañía, Pedro Rubín, me contaba que en Valacar no hay nada de paternalismo.

—Es un director muy exigente. Nos dice que nosotros somos actores, y que como cualquiera tendremos nuestras necesidades. Pero nada de llevarnos de la mano. No permite que la falta de visión nos frene.

«No hay referentes de actores ciegos, será por desconocimiento o por miedo»

El nombre de la compañía, Valacar, viene del escritor del Catecismo do labrego, Valentín Lamas Carvajal, que era ciego.

—Músicos y escritores, sí. Pero por mucho que piense no me viene a la cabeza ningún referente de un actor ciego.

—Es cierto. Ahí tienes la película aquella de Esencia de mujer, en la que tuvieron que poner a Al Pacino haciendo de ciego. No sé, será por falta de conocimiento, por miedo... Es parte de nuestra lucha por dejar de ser invisibles.

—Usted es casi un pionero. Es de los más veteranos de Valacar.

—Sí, de aquellos años quedamos Marisé Vidal y yo. Pero afortunadamente hay relevo generacional, no para de entrar gente nueva. De hecho, este año debuta una nueva actriz con nosotros, Maite Gómez, que incluso canta en una de las obras.

—De todas las obras que ha representado, ¿alguna favorita?

—Las de cuando empecé, sobre todo, la Farsa plautina, una comedia sobre textos de Plauto. Ahí tenía un papel pequeñito, con un par de frases nada más, pero guardo un recuerdo muy especial. Fue la primera vez que salí de gira, fuimos a Valencia.

—La semana pasada retomaron El Gran Teatro Natural de Oklahoma y esta estrenan Pervertimento, ambas de Sanchís Sinisterra.

—Son obras muy exigentes, pero es que Pedro, el director, no baja el nivel. Sinisterra es un autor increíble, sus personajes y sus textos son complejos, hay que trabajarlos mucho e hincar codos.

—¿Qué me puede contar de Pervertimento?

—Es teatro dentro del teatro, con personajes que se enfrentan al autor. ¿Qué pasa cuando el público se va y las luces se apagan? ¿Cómo se quedan los personajes, en soledad hasta que se vuelve a representar esa obra?