Con qué despreocupación, incluso con qué desidia, manejan a veces las Administraciones el dinero público
14 dic 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Con qué despreocupación, incluso con qué desidia, manejan a veces las Administraciones el dinero público.
El 4 de marzo del 2019, el gobierno de la Marea inauguraba la reforma de la cubierta del estadio, que era la obra más cara del mandato: más de ocho millones de euros, incluido el sobrecoste que hubo que asumir.
En realidad, los trabajos habían finalizado hacía meses, pero el alcalde les puso la placa oficial 24 horas antes del inicio de la zona de sombra para las elecciones, período durante el que quedaban prohibidas las inauguraciones de obras, servicios o proyectos para evitar la propaganda electoral.
Los trabajos en Riazor habían incluido la sustitución de toda la cubierta y la estructura de las gradas de Tribuna y Preferencia, entre otras reparaciones. Más de ocho millones de euros que salieron del bolsillo de los contribuyentes y que ahora se van a ir seguramente a la basura con la irrupción de otra obra —esta, monumental— que va a transfigurar la fisonomía del estadio, incluida, por supuesto, la cubierta.
Me dirán que las obras son necesarias en el momento en que se plantean, e incluso que el Mundial de Fútbol es una gran oportunidad para transformar Riazor en algo más que un coliseo. Seguro que sí, pero no puedo dejar de pensar en dos cosas. Una, el esfuerzo tributario de aquellos a los que no les sobra el dinero y que suben por las paredes de rabia cada vez que ven cómo se escapan entre los dedos los fondos públicos, como ha pasado con la cubierta.
Y dos, la necesidad de creer que la obra faraónica que se avecina está justificada y que no se va a hacer un uso disparatado del dinero, que tanto nos cuesta ahorrar y tanto nos duele desperdiciar.