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Carlos Rosón, director de Igaxes: «Se confunde el sistema de protección de menores con el sistema de reforma»

F. Molezún A CORUÑA

A CORUÑA

PACO RODRÍGUEZ

La obra «Soños» aborda la realidad a la que se enfrentan los jóvenes tutelados

17 feb 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

La tarde del viernes 28 de febrero se presentará en el Fórum Metropolitano Soños, una obra de teatro —escrita por Fernando Epelde, dirigida por Tamara Canosa e interpretada por Anxo Outomuro, Victoria Pérez y Sara Ferro— sobre la juventud tutelada que lleva más de año y medio recorriendo Galicia para contar la realidad, retos y aspiraciones de ese sector de la población que no cuenta con el apoyo incondicional de una familia para enfrentarse a las dificultades de la vida. La idea de esta producción de Culturactiva partió de Igaxes, organización que trabaja con infancia, juventud y familias en riesgo de exclusión. «Nuestra misión es que ningún joven se vea privado de sus oportunidades por causa de un entorno familiar desestructurado», explica el director de la entidad, Carlos Rosón (Santiago, 1966).

—¿Cómo surge la idea de realizar esta obra?

—Parte de un elemento ajeno a nosotros, que es la percepción que se tiene de los menores tutelados. Sufren un estigma enorme. Al hablar de centros de protección de menores enseguida se les identifica como jóvenes problemáticos, que han hecho algo malo para acabar en un centro de menores. Y eso no es así, están dentro del sistema de protección precisamente para eso, para protegerles de una situación familiar adversa. Son víctimas, chavales que tienen que construir un proyecto de vida sin ningún tipo de apoyo familiar, más allá del que nosotros les prestamos. Por eso buscamos una manera de ayudar a luchar contra ese estigma, y pensamos que la cultura era un vehículo muy potente. Surgió el contacto con Culturactiva y les encantó el proyecto de construir una obra de teatro, en la que se trasladaran las historias, las ilusiones, las vicisitudes y los problemas de dos jóvenes en una vivienda tutelada.

—¿Por qué se deciden por un medio como el teatro?

—La cultura nos ayuda mucho a luchar contra ese estigma, nos permite llegar a mucha gente a la que nosotros normalmente no podemos llegar. Y, por otro lado, pensamos que los chavales se merecían un producto de calidad, hecho por profesionales. Por eso nos pusimos en contacto con Fernando Epelde, que para elaborar el guion estuvo reuniéndose con chavales de nuestras viviendas tuteladas y con los profesionales de Igaxes. Tuvimos la suerte de que ese guion cayó en manos de la directora Tamara Canosa, una mujer de una sensibilidad especial. Entendió perfectamente no solo la misión y los valores de Igaxes, sino lo que es más importante, la realidad de estos jóvenes. Y a eso se sumó un elenco de dos actrices y un actor maravillosos.

—¿Qué tal ha funcionado hasta ahora?

—Ha tenido una repercusión estupenda, de entrada, porque nos la han demandado más de lo que imaginábamos. Aunque es una obra dirigida al púbico en general, estábamos particularmente interesados en los escolares. De hecho, hicimos una medición de percepción con una encuesta sobre los chavales del sistema de protección. La hacíamos antes y después de que viesen la obra. Y los resultados fueron maravillosos, cómo cambiaba su opinión. Los haremos públicos en la última representación.

—¿Cuál era la percepción de los estudiantes antes de ver la obra?

—Pues no es distinta de la que tiene el resto de la sociedad. Que si son chavales problemáticos, que están en centros porque han hecho algo malo, que son complicados... Y realmente no son muy distintos de cualquier otro joven, salvo por la falta de apoyos con la que tienen que afrontar su proyecto de vida.

—¿De dónde cree que viene esa percepción distorsionada de los jóvenes tutelados?

—Hay una visión muy dickensiana del sistema de protección, con esos orfanatos terribles. Se suele confundir entre lo que es el sistema de protección de menores y el de reforma. Y es muy complejo romper esa idea unitaria que se tiene de ambos sistemas.

«Imagina lo difícil que es acceder a una vivienda para alguien sin aval ni familia»

En Igaxes llevan 25 años desarrollando su labor: «Realizamos programas con familias para evitar que puedan retirarles la tutela de los hijos; trabajamos en el ámbito educativo, en colegios e institutos, porque el fracaso escolar es un predictor de exclusión social; trabajamos en la inserción laboral y, por supuesto, en la transición a la vida adulta de jóvenes del sistema de protección, que fueron retirados de sus familias para ser protegidos», indica Carlos Rosón.

—¿Cuáles son los retos a los que se enfrentan en Igaxes?

—A lo largo de estos 25 años la sociedad y el perfil de estos jóvenes han cambiado muchísimo, y los retos varían según las épocas y las oportunidades de empleo que hay en cada momento. Ahora, por ejemplo, la mayor dificultad podría ser el acceso a la vivienda. Si ya cualquier joven lo tiene complicado, imagínate estos chavales que no cuentan con ningún aval ni una familia detrás y con el estigma de venir del sistema de protección. Y tenemos otro reto fundamental que es la lucha contra el fracaso escolar, Un 90 % de estos jóvenes, cuando llegan a nosotros, no tienen la ESO, lo que dificulta enormemente la posterior integración en el mercado laboral. Y hay otros retos, como el acceso a recursos de salud mental.

—No difieren de las preocupaciones de cualquier joven.

—Claro, pero con menos recursos y oportunidades, ya que no tienen una familia a la que volver si las cosas salen mal. Preparamos a estos jóvenes tutelados que pierden la tutela al alcanzar la mayoría de edad para una vida independiente. La edad media de emancipación en España es de 30 años. Pues bien, estos chavales, con 18 o 19, tienen que tener ya un proyecto claro de vida.