
Con demasiada frecuencia los partidos son las 21.00 horas con colegio al día siguiente, haciendo imposible el gozo total de acudir al estadio
21 mar 2025 . Actualizado a las 11:04 h.Para muchos padres deportivistas ir a Riazor con sus hijos supone uno de los momentazos de la semana. Todo es un ritual. Ponerse la camiseta, pillar las bufandas y meter el bocata en la mochila. Caminar al estadio hablando de la alineación que salía en la previa. Sentir el cosquilleo en la cola escuchando el griterío que llega desde dentro, rodeados de aficionados en la misma sintonía. En muchos casos son familias enteras con niños, esos que nunca han visto ganar nada al equipo de su vida. Celebraron el ascenso a Segunda con la misma intensidad que otrora se vivieron Copas del Rey, Supercopas y una Liga. Algún día serán ellos los que aplaudan al Dépor en Primera como lo hicieron los infantes que vivieron en 1988 el agónico gol de Vicente Celeiro en el minuto 92 y, cuatro años después, ya adolescentes, alucinaban cuando el Real Madrid y el Barça caían derrotados aquí ante la admiración de todo el país.
Esos niños este año están chafados. Y sus padres también. Porque con demasiada frecuencia los partidos son las 21.00 horas con colegio al día siguiente, haciendo imposible el gozo total. Si para alguien que vive en la ciudad eso lo pone todo muy cuesta arriba, para el que venga de Betanzos, Carballo o Ribeira, por ejemplo, se convierte en una misión totalmente imposible. La Liga, en el reparto de horarios para poder exprimir más los derechos de audiencia, dispersa los partidos de un modo tal que hace casi imposible esa idea familiar, al menos de modo continuado. Porque cuando ya estás quemado del encuentro anterior, ves que el siguiente, el Dépor-Cartagena del próximo domingo, es a las 18.30 horas. Vale. Pero si miras más allá ya te tropiezas con el Dépor-Cádiz, el domingo 6, de nuevo a las 21.00 horas. Otra vez. Otro partido más en el que los pequeños dejarán notar su vacío en Riazor. Y ya que la Liga lo hace por dinero, bien nos podía pagar la parte proporcional del abono. O, mejor, racionalizar todo esto de una vez.